lunes, 17 de octubre de 2011
Carta de los Templarios sitiados en Miravet al Papa Clemente V
Santísimo y Beatísimo Padre en Cristo Señor Clemente, por la Divina Providencia, Sumo Pontífice de la Sacrosanta Romana y Universal Iglesia.
Los humildes y abatidos Freyres de la Pobre Milicia del Temple residentes en Aragón y Cataluña, con lágrimas y amargura besan los pies de Vuestra Beatitud.
Las tribulaciones y angustias con las cuales nos vemos afligidos en cuerpo y alma, nos mueven a enviar el presente escrito, a fín de que sepa Vuestra Santidad las tribulaciones que estamos padeciendo, deseando estar bajo la sombra de Vuestras alas para alcanzar remedio a nuestros males, y con gemidos y dolor de corazón, con llanto y amargura a Vuestra Clemencia exclamamos:
Júzganos, oh Santo Padre, y discierne nuestra causa de gente non santa, y líbranos del hombre inicuo y engañoso, porque, oh Padre Santo, eres nuestra fortaleza.
¿Por qué nos desechaste, y por qué andamos tristes y somos cautivos mientras nos aflige el enemigo?
Ciertamente, Vuestra Santidad lo sabe muy bien, el temor y el terror vinieron de golpe sobre nosotros, y con falsos e inauditos crímenes nos envolvieron; falsos crímenes: calumniosamente se han inventado sugeridos por el Diablo contra nuestra santa y religiosa Orden, aprobada y confirmada por la Santa Iglesia.
El Señor y Salvador nuestro Jesucristo nos dice que los falsos religiosos se conocerán por sus obras; no obstante con tales crímenes, ni la verdad del Evangelio, ni los estatutos de los Cánones, ni sus sanciones, han sido legítimamente observadas, por cuanto los calumniadores, y falsos acusadores, viendo nuestras obras y las de nuestros hermanos, hacer los posible por el nombre de Cristo y engrandicimiento de la Fe, exponer sus cuerpos y sus almas por la defensa de la Iglesia de Dios, muertos en el campo de batalla o cautivos y otros peligros por imitar el ejemplo de Cristo, y no pudiendo aquéllos, según sus obras, acusar en la malicia y perversidad de los perseguidores del Protomártir San Esteban, calumnian y acusan a nosotros y hermanos nuestros de inauditos, nefandos e increibles crímenes; verificándose del indicado escrito lo del salmista: "inventaron iniquidades y formaron consejo de iniquidad", y lo que es más abominable, su perversidad logró que algunos hermanos de la Orden, ya por intolerables tormentos, ya con promesas de bienes perniciosos, y con ánimos de hombres miserables, y principalmente en las cárceles, en donde, introducida la seducción, obligaron inhumanamente a que algunos de nuestros hermanos, contra la verdad, confesasen los falsos crímenes imputados.
Con motivo de dichos falsos delitos, el Ilustre Rey de Aragón, con autorización de cierto escrito de Vuestra Santidad, mandó arrestar a nuestro venerable Maestre de la provincia de Aragón y Cataluña, y a muchos hermanos, reduciéndolos a prisión y ocupando nuestros bienes. Nosotros nos recogimos en algunos de nuestros castillos, en los cuales nos tiene sitiados desde hace nueve meses, estrechándonos y luchando con ejército y máquinas de guerra, y en virtud de la autoridad del indicado escrito, nos requirió que dichos castillos le fuesen entregados y nuestras personas reducidas a prisión.
Pero dudando nosotros de la autenticidad del escrito contestamos que los Castillos pertenecían a la Santa Iglesia y sujetos a Vuestra Santidad, y que por consiguiente, todos estamos preparados, como verdaderos y fieles hijos de la Iglesia, y como tales obedientes en todo, no obstante considerando sospechoso el escrito, no obedecimos el mandato del Rey, de entregar los castillos ni nuestras personas.
A consecuencia de nuestra resolución el Señor Rey ha juzgado hacer un servicio a Dios y a la Iglesia, no solamente estrechándonos por medio de un sitio riguroso y violento, sí que también quien nos mate e impugne.
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Por lo tanto en nuestra extremidad recurrimos a Vuestra Beatitud, para que se digne dirigir hacia nosotros sus ojos de clemencia, pues que llamándose Clemente lo sea en realidad para nosotros, intercediendo con su amadísimo hijo el Rey de Aragón, para que cese y desista al momento de dicho sitio, por razón de que tales Castillos pertenecen al patrimonio de la Iglesia, y los frailes que los defienden no se les haga ningún daño, pués todos estamos dispuestos como hijos fieles de la Iglesia obedecer en todo a Vuestra Santidad, y tanto nosotros como los castillos y bienes pertenecientes a la Orden del Temple, estamos preparados para entregar y volver a la Iglesia y a vuestra Beatitud, siempre y cuando vuestra paternidad así lo ordenase.
Además ofrecemos estar prontos y sumisos a enmendarnos si se reconoce que haya faltas en la Orden según vuestra Santidad considerare ser justo y conveniente, y tanto los Freiles, Caballeros y Servants protestan de ser verdaderos Católicos Cristianos ya en guerra, ya en otra manera, según los cánones y sanciones de la Iglesia.
Finalmente, nosotros y nuestra Orden la recomendamos humilde y devotamente a la mansedumbre y clemencia de vuestra gracia.
En el Castillo de Miravet, fiesta de san Simón y san Judas, 28 de Octubre de 1308
Fr. Raimundo Zaguardia. Comendador
Fr. Bartolomé de San Justo. Comendador
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