miércoles, 11 de abril de 2012
HISTORIA Y PASOS DE LA LECTIO DIVINA
LECTIO- MEDITATIO-ORATIO-CONTEMPLATIO
SAN BENITO DE NURSIA (480-547 d.c.) La estableció entre los monjes al fundar la Orden Benedictina, y su principal impulso posteriormente fue debido a SAN BERNARDO DE CLARAVAL (1090-1153) entre los monjes cistercienses (Orden del Císter), que fueron los que instituyeron la LECTIO DIVINA en cuatro peldaños.
ALIMENTARSE DE LA PALABRA MEDIANTE LA LECTIO DIVINA
La expresión Lectio Divina procede del Latín y significa: “lectura de
Dios”, “lectura divina”, y expresa una práctica usada por los monjes
pero que poco a poco se va difundiendo entre muchos cristianos: la
lectura orante de la Biblia. Se trata de una manera de profundizar en la
Escritura, no tanto desde el estudio sino desde la oración, para llegar
a un encuentro personal “de tú a tú” con Dios.
Es una forma de entrar en conversación (o diálogo) con Dios, quien nos
habla a través de la Palabra, y nosotros le respondemos. Decía San
Jerónimo que “desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo”, por eso
estamos invitados a conocer a Dios a través de sus palabras, de su
Palabra. No es un “método de relajación” o de “evasión”. Por lo tanto,
para practicarla, hemos de tener claros algunos principios
fundamentales:
- Verdaderamente Dios nos habla a través de la Biblia.
- Dios habla a través de toda la Biblia, cada pasaje debe leerse dentro
del conjunto de toda la Biblia, no debemos sacarlos de su contexto.
- La Lectio supone que el que lee la Biblia tiene fe, leemos la Biblia
desde nuestra fe en Jesucristo, vivo en medio de nosotros.
- La lectura individual es imprescindible para hacer una lectura
comunitaria. Se busca el crecimiento personal, leer juntos tiene como
fin enriquecernos mutuamente.
Más que un método, la Lectio Divina es un “camino” ya que no se trata de
una técnica como si habláramos de una receta. Decimos que se trata de
un camino porque cada uno lo realiza vivencialmente. El camino y la meta
son Cristo mismo, y por él vamos ascendiendo hasta Dios. A medida que
avanzamos, pasamos por cuatro fases, que son cuatro actitudes básicas
del creyente que desea seguir a Cristo conociendo su palabra (lectura),
aprendiendo a vivir como Él vivió (meditación), suplicando fuerza y luz
para sus pasos (oración) y trabajando por la venida del Reino de Dios al
mundo (contemplación).
Por eso, se presenta esta lectura como una escalera de cuatro peldaños: Lectio (lectura), Meditatio (meditación), Oratio (oración) y Contemplatio (contemplación), cuatro pasos, que son la estructura del método:
LECTURA
MEDITACIÓN
ORACIÓN
CONTEMPLACIÓN
En este proceso cada paso nace del anterior. Cierto que cuando uno está
empezando a practicarlo, se sube cada peldaño de forma consciente, pero a
medida que el orante se familiariza con este método, se va realizando
el proceso automáticamente pasando de uno a otro como el día sucede a la
noche: de forma gradual.
Pero antes que nada, cuando se va a dedicar un rato a hacer Lectio
Divina, hay que buscar un espacio con el adecuado silencio que facilite
la oración, un lugar donde uno pueda estar ese rato cómodo, y sabiendo
que se dispone del tiempo suficiente para poder llevar a cabo todo el
proceso. Es fundamental ese primer momento para que haya una “ruptura”
con el ritmo de la vida ordinaria de modo que se pueda estar a la
escucha de la Palabra, este esfuerzo por “desconectar” es, a veces, lo
más costoso. Entre las disposiciones del lector-orante debe haber: fe y
apertura al Espíritu, pureza de corazón, docilidad, espíritu de
oración, conversión continua, comunión con la Iglesia. Al comienzo,
pues, pedimos el Espíritu Santo, el mismo Espíritu que descendió sobre
los apóstoles, haciendo posible su comprensión y aceptación de Jesús (Jn
16,13). Él viene sobre nosotros para que la Palabra sea engendradora de
vida y verdad.
2. - Los cuatro pasos.
Lectio – lectura: ¿qué dice el texto?
Lectio – lectura: ¿qué dice el texto?
La Biblia no es un libro anticuado e insignificante para nuestra vida,
sino actual y significativo. Tiene mucho que decirnos sobre nosotros
mismos, sobre el mundo y sobre el momento histórico que vivimos. Pero
para descubrir la unión entre esa Palabra, escrita hace siglos, y
nosotros, hemos de leer de forma constante y continua, perseverante y
diaria la Biblia, hasta familiarizarnos con ella.
La lectura busca la dulzura de Dios, y como es el punto de partida, debe
hacerse con atención y respeto. Es mejor comenzar con pasajes de la
Escritura que ya conozcamos porque existe el riesgo de dejarnos llevar
por la curiosidad (que a veces puede ser una forma de pereza) y emplear
la mayor parte del tiempo en leer, envés de orar. Una vez escogido el
texto, se trata de leer y releer el texto, identificando los personajes y
la acción, preguntándose por el contexto y los destinatarios, para
averiguar qué es lo que el autor quiso decir. Una ayuda puede ser ir
marcando con lápiz las palabras o frases que quiero destacar (Por
ejemplo: Interrogación: duda. Subrayado: algo importante. Exclamación:
punto para la meditación. Asterisco: tema para la oración. Palabra al
margen: Compromiso. Etc.) No se trata de un estudio en profundidad, pero
si es bueno hacerse alguna de las siguientes preguntas:
¿Es un relato, un poema, una enseñanza, etc.? ¿Dónde se sitúa el pasaje
bíblico: época, lugar, motivo, etc.? ¿A quienes les escribió el autor?
¿Qué nos dice sobre Dios? ¿Nos habla algo acerca del mundo de entonces, o
de la historia, o de las personas? Etc. Se trata de conocer lo que dice
ese pasaje bíblico, no de lo que yo pienso o de lo que me han
comentado. Es decir: ¿Qué dice el texto en su contexto?
No hay una norma fija para saber cuando se pasa al siguiente momento, la meditación, pero cuando ya se ha dedicado un rato suficiente para tener una idea clara del texto y sintamos el deseo de saborear el pasaje, debemos hacerlo.
Meditatio – meditación: ¿qué me dice a mí?
Por la meditación se penetra en el fruto que la letra nos ha mostrado,
nos ayuda a descubrir el sentido que el Espíritu quiere comunicar hoy al
creyente, a la Iglesia, a través de los diversos pasajes de la Biblia.
Lo fundamental sería llegar a comprender “¿Cuál es el mensaje que este
pasaje tiene para mí? ¿o para nosotros?
Esto se realiza “rumiando”, masticando, la Palabra en nuestro interior
de modo que pase de la boca al corazón. Por ello es bueno resumir lo que
hemos leído en una frase para repetirla en este momento, y quizás luego
durante toda nuestra jornada, como una gota de agua que cae
constantemente sobre la roca hasta horadarla, así debe caer la Palabra
de Dios hasta penetrar el corazón endurecido como pedernal y lograr
transformar nuestra persona. En este proceso, lento pero real, es el
Espíritu, presente verdaderamente en la Palabra, el que realiza esa
transformación.
Es aquí donde se establece el diálogo entre lo que Dios nos dice en su
Palabra y lo que sucede en nuestra vida. Se medita reflexionando, nos
pueden ayudar algunas preguntas como estas: ¿Qué diferencias y parecidos
hay entre lo que estoy leyendo y mi vida? ¿Qué cambio debiera haber en
mi vida? ¿Qué debería crecer en mí? Etc.
Cuando se hace comunitariamente, la búsqueda en común hace surgir el
sentido eclesial de al Biblia, fortaleciendo en todos la fe. Cuando ya
vemos claro lo que Dios nos pide, también aparece clara nuestra propia
incapacidad, nuestras debilidades para hacer lo que la Palabra nos está
sugiriendo. Ese es el momento de pasar a la Oración, de pedir a Dios su
ayuda para que podamos responder.
Oratio – oración: ¿qué me hace decirle a Dios?
La oración, provocada por la meditación, comienza con una actitud de
admiración silenciosa y de adoración al Señor; es la segunda parte del
diálogo que iniciamos con la meditación, y la pregunta que nos motiva en
este momento sería algo así: ¿Qué me inspira decirle a Dios el pasaje
que he meditado?
Si hasta ahora habíamos escuchado a Dios, ahora esa escucha nos mueve a
dirigirnos a Él. En la oración entran en juego el corazón y los
sentimientos. En este momento especialmente dedicado a la oración, el
creyente responde a Dios, movido por el Espíritu. Es una respuesta
profundamente nuestra, que se expresa en la súplica, la alabanza, la
acción de gracias, la queja, etc. Quizás nos pueda inspirar rezar alguna
oración que ya conocemos, un salmo, etc. Para pasar, por último, a la
contemplación no hay un momento claro.
Contemplatio – contemplación: ¿A qué conversión me invita?
La Contemplación es el punto de llegada de la Lectio Divina; es la
actitud de quien se sumerge en lo meditado para descubrir y saborear en
los acontecimientos la presencia activa de Dios a través de su Palabra.
Además, nos invita a comprometernos con la transformación de la historia
que la Palabra de Dios provoca. Envés de ser una evasión de la
realidad, es una profundización en lo profundo de ella para descubrir
cómo colaborar con Dios en su designio de Salvación para la humanidad.
Podríamos entender la contemplación como “un retorno al Paraíso
perdido”, como un gusto y dulzura experimentados en el corazón de quien
hace de la Palabra de Dios el único punto de referencia de su vida. Pero
hay que cuidar de que esta práctica no nos lleve a una piedad aislada
de la vida real.
También podemos entenderla como una nueva manera de ver, observar y
analizar la vida, los acontecimientos y la historia personal y
colectiva: mirar al mundo desde los ojos de Dios. De aquí brotará el
compromiso por insertarnos en nuestro mundo y colaborar con Dios en su
transformación.
3.- Otros pasos en la Lectio Divina: Statio – Discretio – Collatio – Actio – Ruminatio
Muchas veces se ha añadido a estos cuatro pasos clásicos algunos más:
por ejemplo, a los preparativos se le ha denominado Statio (preparación)
y se trataría de estar a la espera, ponerse a la escucha, disponerse
interiormente haciendo silencio. Más conocido es el quinto paso: Actio –
acción: se trata de recordar lo último que comentábamos anteriormente:
la escucha orante de la Palabra de Dios debe llevarnos al compromiso, a
que en la vida cotidiana se refleje lo que hemos orado. También se habla
de una Ruminatio – acción de rumiar: se trataría de sacar una frase, o
una palabra del rato de oración para ir repitiendo a lo largo del día,
que nos vaya recordando lo orado y nos facilite el propósito de llevar a
la acción nuestra Lectio. Algunos han intercalado otros pasos entre la
Contemplación y la Acción: Discretio – discernimiento: que es tratar de
distinguir cual es la voluntad de Dios. Y también la Collatio –
intercomunicación: cuando se dialoga con otros la propia respuesta a la
Palabra. Pero estos dos pasos de alguna manera ya estarían también
incluidos en los que hemos visto; sobre todo lo que quiere darse a
entender es que no se utilice la Lectio como un ejercicio de
individualismo sino que nos lleve al compromiso. Por eso, para no
complicarnos, como método clásico nos quedamos con los cuatro pasos ya
expuestos.
Sor +Mari Sol Garcia.
DAMA DEL TEMPLE.
DAMA DEL TEMPLE.
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