Quieres saber cuál es la fe que da vida y consigue la victoria? Aquella por la cual Cristo habita en lo íntimo de nuestro ser. El es nuestra virtud y nuestra vida. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, dice el Apóstol, os manifestaréis también vosotros gloriosos con él. Esa gloria será vuestra victoria. Y nos manifestaremos con él porque vencemos por él. Solamente llegan a ser hijos de Dios los que reciben a Cristo, y únicamente en ellos se cumple lo que dice la Escritura: todo el que nace de Dios, vence al mundo.

SAN BERNARDO


WEB OFICIAL DE LA ORDEN

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Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)

Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)

Preámbulo de la Regla Primitiva del Temple

Nos dirigimos en primer lugar a aquellos que desprecian seguir su propia voluntad y
desean servir, con pureza de ánimo, en la caballería del rey verdadero y supremo, y a los que quieren cumplir, y cumplen, con asiduidad, la noble virtud de la obediencia. Por eso os
aconsejamos, a aquellos de vosotros que pertenecisteis hasta ahora a la caballería secular,en la que Cristo no era la única causa, sino el favor de los hombres, que os apresuréis a asociaros perpetuamente a aquéllos que el Señor eligió entre la muchedumbre y dispuso, con su piadosa gracia, para la defensa de la Santa Iglesia.
Por eso, oh soldado de Cristo, fueses quien fueses,

que eliges tan sagrada orden, conviene que en tu profesión lleves una pura diligencia y firme
perseverancia, que se sabe que es tan digna y sublime para con Dios que, si pura y
perseverantemente se observa por los militantes que diesen sus almas por Cristo, merecerán
obtener la suerte; porque en ella apareció y floreció una orden militar, ya que la caballería,
abandonando su celo por la justicia, intentaba no defender a los pobres o iglesias sino
robarlos, despojarlos y aun matarlos; pero sucedió que vosotros, a los que nuestro señor y
salvador Jesucristo, como amigos suyos, dirigió desde la Ciudad Santa a habitar en Francia y
Borgoña, no cesáis, por nuestra salud y propagación de la verdadera fe, de ofrecer Dios
vuestras almas en víctima agradable a Dios......SAN BERNARDO

lunes, 10 de abril de 2017

Sobre la Excelencia

El término “excelencia” tiene dos significados, según el diccionario de la RAE:
1.       Superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo.
2.       Tratamiento de respeto y cortesía que se da a algunas personas por su dignidad o empleo.
Se trata, en mi opinión, del reflejo de algo muy habitual entre los seres humanos. Nuestras naturales limitaciones nos hacen ver primero las apariencias. Es eso que el deficiente léxico contemporáneo ha dado en llamar química o, añadiendo anglicismos, “feeling”. En definitiva tenemos una tendencia innata a evaluar las personas, los animales o las cosas por su apariencia. Hasta aquí es lógico. Lo que tenemos más a mano, lo que responde de forma más inmediata ante un estímulo externo son los sentidos. Estos activan nuestra memoria que está repleta de estereotipos. Cuando la “imagen” visual, olfativa, táctil, etc., despierta una imagen que un día grabamos como desagradable, nuestro cerebro reacciona rechazando el objeto de nuestra observación. Pura biología del comportamiento.
Lo malo es que no pasamos de ahí. Ponemos una barrera entre lo observado en su apariencia y nosotros y no somos capaces de profundizar.
Asumiendo un símil jurídico, podríamos decir que este es el fenómeno en positivo, no porque sea bueno, que no lo es, sino porque sigue una lógica consecutiva. Veamos el fenómeno en negativo, esto es omitiendo de alguna forma lo que “no nos interesa”.
Lo que a cada uno “le interesa”, entramos en unas consecuencias más intelectuales que las del puro comportamiento biológico, es que su apariencia resulte agradable al resto de los humanos, para no ser expulsados de la, perdonad lo abrupto del término, manada. Así las cosas, es muy habitual que busquemos la segunda acepción, esto es el respeto humano, los honores, la fama, etc. Pocos entienden, y aún menos asumen e interiorizan, que han de perfeccionar su cualidades y que lo otro vendrá por añadidura, sin buscarlo y sin tenerlo que buscar porque el que siquiera lo admita estará dando el primer paso al desastre.
Os estaréis preguntando: ¿qué tiene esto que ver con la Orden de Santa María de los Pobres Caballeros de Cristo y con la espiritualidad? MUCHÍSIMO, tiene que ver muchísimo, hasta el punto de estar en la base de nuestro carácter como Orden.
Como milites Christi y aunque tropiece una y mil veces, no puedo conformarme con algo que sea menos que la excelencia en las virtudes que Dios me haya dado o en las que, con su ayuda, vaya consiguiendo. Como miembro de la Militia Christi que es nuestra Orden, no puedo admitir comportamientos, individuales o colectivos, que mermen  la “superior calidad o bondad que hace digno de singular aprecio y estimación algo” porque lo que “construimos” no es algo individualmente nuestro, de cada uno y para cada uno de nosotros, “construimos” casa de Dios en la que acoger al desvalido y éste no se sentirá acogido, ni defendido, ni siquiera aliviado, en una casa construida sobre la “arena” del engreimiento, de la prepotencia, de la superficialidad, de la exclusividad,... Nuestra Casa será casa de acogida solo si la levantamos sobre la roca de la excelencia: lo que ahí fuera es admisible, en esta Casa no lo es. Quien quiera entender que entienda.
Ahí fuera, hay cientos de seudo-órdenes que deslumbran con sus uniformes engalanados; que se llenan la boca de palabras grandilocuentes; que hacen caridad donde todo el mundo los ve y, si no los ve, lo ponen en su página WEB; donde buscan enemigos de la Fe, y si no los encuentran los crean; donde creen que la guerra santa es hacia fuera y no hacia dentro y aún tienen la debilidad de pensar que los “malos” son solo los otros;… somos libres de irnos con ellos, nadie nos lo impedirá. Pero, en tal caso, nunca habremos sido auténticos Pobres Caballeros de Cristo y lo peor de todo es que habremos caído en el que, para San Antonio, es el peor pecado: habremos perdido el tiempo.

Non nobis, Domine, non nobis sed Nomini tuo da Gloriam







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