Quieres saber cuál es la fe que da vida y consigue la victoria? Aquella por la cual Cristo habita en lo íntimo de nuestro ser. El es nuestra virtud y nuestra vida. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, dice el Apóstol, os manifestaréis también vosotros gloriosos con él. Esa gloria será vuestra victoria. Y nos manifestaremos con él porque vencemos por él. Solamente llegan a ser hijos de Dios los que reciben a Cristo, y únicamente en ellos se cumple lo que dice la Escritura: todo el que nace de Dios, vence al mundo.

SAN BERNARDO


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Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)

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Preámbulo de la Regla Primitiva del Temple

Nos dirigimos en primer lugar a aquellos que desprecian seguir su propia voluntad y
desean servir, con pureza de ánimo, en la caballería del rey verdadero y supremo, y a los que quieren cumplir, y cumplen, con asiduidad, la noble virtud de la obediencia. Por eso os
aconsejamos, a aquellos de vosotros que pertenecisteis hasta ahora a la caballería secular,en la que Cristo no era la única causa, sino el favor de los hombres, que os apresuréis a asociaros perpetuamente a aquéllos que el Señor eligió entre la muchedumbre y dispuso, con su piadosa gracia, para la defensa de la Santa Iglesia.
Por eso, oh soldado de Cristo, fueses quien fueses,

que eliges tan sagrada orden, conviene que en tu profesión lleves una pura diligencia y firme
perseverancia, que se sabe que es tan digna y sublime para con Dios que, si pura y
perseverantemente se observa por los militantes que diesen sus almas por Cristo, merecerán
obtener la suerte; porque en ella apareció y floreció una orden militar, ya que la caballería,
abandonando su celo por la justicia, intentaba no defender a los pobres o iglesias sino
robarlos, despojarlos y aun matarlos; pero sucedió que vosotros, a los que nuestro señor y
salvador Jesucristo, como amigos suyos, dirigió desde la Ciudad Santa a habitar en Francia y
Borgoña, no cesáis, por nuestra salud y propagación de la verdadera fe, de ofrecer Dios
vuestras almas en víctima agradable a Dios......SAN BERNARDO

lunes, 21 de julio de 2014

EL TEMPLO VACÍO-(Maestro Eckhart, Sermón I.)

 Intravit Iesus in templum et coepit eicere vendentes et ementes.
Matthaei [Mt 21, 12]


Leemos en el santo Evangelio que Nuestro Señor fue al templo y echó de allí a los que compraban y vendían, y a los otros, que tenían comercio de palomas y cosas similares, les dijo: «¡quitad eso de ahí!» [Jn 2, 16]. ¿Por qué Jesús echó a los que compraban y vendían y a los que ofrecían palomas les ordenó que las quitaran de en medio? No dijo sino que quería tener el templo vacío, exactamente como si hubiera dicho: «tengo derecho sobre ese templo y quiero estar solo y dominar en su interior». ¿Qué ha querido decir? El templo, en el que Dios quiere dominar según su voluntad, es el alma del hombre, que ha formado y creado exactamente a su semejanza, según leemos que Nuestro Señor dijo: «¡hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza!» [Gn 1, 26]. Y eso es lo que ha hecho. Tan semejante a sí mismo ha hecho el alma del hombre que ni en el reino de los cielos, ni entre todas las magníficas criaturas de la tierra que Dios ha creado de forma maravillosa, no hay ninguna que se le asemeje tanto como el alma del hombre. Ésa es la razón por la que Dios quiere tener el templo vacío, para que allí dentro no haya nada que no sea él. Por eso le agrada mucho ese templo, que le es tan semejante, y se encuentra tan bien en su interior cuando está solo.
 
Ahora ¡prestad atención! ¿Quiénes eran las gentes que allí compraban y vendían, y quiénes son todavía? ¡Escuchadme bien! (…) voy a mostrar quiénes eran y todavía son los mercaderes que compraban y vendían, a quienes Nuestro Señor echó a golpes y expulsó; y esto lo sigue haciendo hoy con los que compran y venden en el templo: no quiere dejar ni uno solo dentro. Mirad, mercaderes son todos aquellos que se preservan de los pecados graves y a quienes les gustaría ser gente de bien y hacer buenas obras para agradar a Dios, como ayunar, velar, rezar y cosas por el estilo; todo tipo de obras buenas, y las cumplen con el fin de que Nuestro Señor les dé algo a cambio o que Dios haga algo por ellos que sea de su agrado: todos ellos son mercaderes. Esto hay que entenderlo en un sentido burdo, pues quieren lo uno para dar lo otro y así comerciar con Nuestro Señor. En ese tipo de negocio se engañan. Pues si ofrecieran todo lo que poseen y cumplieran con todo lo que pueden por amor de Dios, si lo dieran y lo hicieran absolutamente todo por su amor, en modo alguno estaría Dios obligado a darles nada, a no ser que quisiera hacerlo gratuitamente. Pues lo que son, lo son gracias a Dios, y lo que tienen, lo tienen por Dios y no por sí mismos. Por eso Dios no les debe absolutamente nada a causa de sus obras y ofrendas, a menos que quiera hacerlo en virtud de su gracia; pues aquéllos nada dan de lo que es suyo, ni actúan por sí mismos, tal como el Cristo mismo dice: «fuera de mí nada podéis hacer» [Jn 15, 5]. La gente que quiere negociar así con Nuestro Señor es muy torpe y apenas conoce nada de la verdad, o bien poco. Por eso Dios los echó a golpes y expulsó del templo. La luz y las tinieblas no pueden permanecer juntas. Dios es la verdad y una luz en sí misma. Si, por tanto, Dios entra en ese templo, expulsa la ignorancia, que son las tinieblas, y se revela a sí mismo en luz y verdad. Una vez reconocida la verdad, no hay lugar para los mercaderes, pues la verdad no necesita ninguna mercancía. Dios no busca lo suyo; en todas sus obras está vacío y libre y las cumple con verdadero amor. De forma muy parecida actúa el hombre, que está unido a Dios; también él está vacío y libre en todas sus obras y sólo actúa para agradar a Dios y no busca lo suyo, y Dios obra en él.
 

Aún digo más: en la medida en que el hombre busca en todas sus obras algo de lo que Dios puede o quiere dar, en eso es igual a los mercaderes. Si quieres vaciarte absolutamente de toda mercancía, de forma que Dios te deje estar en el templo, todo lo que hagas en tus obras debes cumplirlo únicamente por el amor de Dios y mantenerte tan vacío de todo como vacía es la nada, que no está ni aquí ni allí. No tienes que pretender absolutamente nada. Si actúas así, tus obras serán espirituales y divinas, los comerciantes serán expulsados del templo, de una vez por todas, y Dios estará dentro solo, pues ese hombre [ya] no piensa más que en Dios. Mirad, es así como el templo está vacío de todos los mercaderes. Mirad, el hombre que no se ocupa de sí mismo, ni de nada que no sea Dios, o por honor de Dios, es verdaderamente libre y en todas sus obras está vacío de cualquier mercancía y no busca lo suyo, de la misma manera que Dios está vacío de todas sus obras y es libre y tampoco busca lo suyo.
(Maestro Eckhart, Sermón I.)

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