Saulo de Tarso, antes de su conversión, era un judío convencido
de su religión y totalmente contrario a la nueva fe
que empezaba a difundirse por Palestina y sus alrededores.
Tuvo alguna responsabilidad también en el martirio de san
Esteban, protomártir, del que se habla en los Hechos de los
apóstoles. Saulo encontró a Jesús resucitado en el camino de
Damasco y este acontecimiento cambió de manera radical su
modo de creer y de pensar. El Señor resucitado se convirtió
en el centro de su espiritualidad y de su teología. Una vez
apóstol del Evangelio, Pablo estableció en Antioquía de Siria
el punto de partida de sus viajes misioneros, donde aparece
como testigo infatigable de la fe en Jesús resucitado. Estos
viajes le incitaron a escribir diversas cartas a las distintas comunidades
cristianas que había fundado. Pablo, verdadero y
auténtico apóstol, siempre llevó buen cuidado en «volver» a
Jerusalén, con el deseo de confrontarse con los apóstoles de
Jesús a fin de no correr en vano.
de su religión y totalmente contrario a la nueva fe
que empezaba a difundirse por Palestina y sus alrededores.
Tuvo alguna responsabilidad también en el martirio de san
Esteban, protomártir, del que se habla en los Hechos de los
apóstoles. Saulo encontró a Jesús resucitado en el camino de
Damasco y este acontecimiento cambió de manera radical su
modo de creer y de pensar. El Señor resucitado se convirtió
en el centro de su espiritualidad y de su teología. Una vez
apóstol del Evangelio, Pablo estableció en Antioquía de Siria
el punto de partida de sus viajes misioneros, donde aparece
como testigo infatigable de la fe en Jesús resucitado. Estos
viajes le incitaron a escribir diversas cartas a las distintas comunidades
cristianas que había fundado. Pablo, verdadero y
auténtico apóstol, siempre llevó buen cuidado en «volver» a
Jerusalén, con el deseo de confrontarse con los apóstoles de
Jesús a fin de no correr en vano.
Conversión de San Pablo. S XVII (1600). CARAVAGGIO |
Primera lectura: Hechos de los apóstoles 22,3-16
En aquellos días, Pablo dijo al pueblo:Yo soy judío. Nací en Tarso de Cilicia, pero me eduqué
en esta ciudad. Mi maestro fue Gamaliel; él me instruyó en la
fiel observancia de la Ley de nuestros antepasados. Siempre
he mostrado un gran celo por Dios, como vosotros hoy. Yo
perseguí a muerte este camino, encadenando y encarcelando
a hombres y mujeres. Y de ello pueden dar testimonio el
mismo sumo sacerdote y lodos los miembros del consejo.
Después de recibir de ellos mismos cartas para los hermanos,
me dirigía a Damasco, con ánimo de traer a Jerusalén encadenados
a los creyentes que allí hubiera, para que fueran
castigados. " Iba, pues, camino de Damasco y, cuando estaba
ya cerca de la ciudad, hacia el mediodía, de repente brilló a
mi alrededor una luz cegadora venida del cielo. Caí al suelo y
oí una voz que me decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?». Yo respondí: «¿Quién eres, Señor?». Y me dijo: «¡Yo soy
Jesús de Nazaret, a quien tú persigues!». Los que venían conmigo vieron la luz, pero no oyeron la
voz del que me hablaba. Yo dije: «¿Qué debo hacer, Señor?».
Y el Señor me dijo: «Levántate y vete a Damasco; allí te dirán
lo que debes hacer».
" Como no veía nada, debido al resplandor de aquella luz,
entré en Damasco de la mano de mis compañeros. " Un cierto
Ananías, hombre piadoso según la ley, bien acreditado ante
todos los judíos que allí vivían, vino a verme y me dijo:
«Hermano Saúl, recobra la vista». Y en aquel mismo instante
pude verlo. El añadió: «El Dios de nuestros antepasados te
ha escogido para que conozcas su voluntad, para que veas al
Justo y oigas su voz. Porque has de ser testigo suyo ante
todos los hombres de lo que has visto y oído. No pierdas
tiempo, ahora; levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados
invocando su nombre»....
Estamos ante uno de los tres relatos de la conversión
de Pablo {cf. también Hch 9 y 26) con los que Lucas
adorna la historia de la primitiva comunidad cristiana.
En su carácter extraordinario, el acontecimiento
de Damasco se articula en tres momentos. En primer
lugar, el diálogo entre el Señor resucitado y Saulo de
Tarso. Ambos personajes se comunican su identidad y
se reconocen recíprocamente. Es un primer paso hacia
el acuerdo posterior. Viene después el acontecimiento
extraordinario de la conversión, que Lucas resume
en esta ciudad. Mi maestro fue Gamaliel; él me instruyó en la
fiel observancia de la Ley de nuestros antepasados. Siempre
he mostrado un gran celo por Dios, como vosotros hoy. Yo
perseguí a muerte este camino, encadenando y encarcelando
a hombres y mujeres. Y de ello pueden dar testimonio el
mismo sumo sacerdote y lodos los miembros del consejo.
Después de recibir de ellos mismos cartas para los hermanos,
me dirigía a Damasco, con ánimo de traer a Jerusalén encadenados
a los creyentes que allí hubiera, para que fueran
castigados. " Iba, pues, camino de Damasco y, cuando estaba
ya cerca de la ciudad, hacia el mediodía, de repente brilló a
mi alrededor una luz cegadora venida del cielo. Caí al suelo y
oí una voz que me decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?». Yo respondí: «¿Quién eres, Señor?». Y me dijo: «¡Yo soy
Jesús de Nazaret, a quien tú persigues!». Los que venían conmigo vieron la luz, pero no oyeron la
voz del que me hablaba. Yo dije: «¿Qué debo hacer, Señor?».
Y el Señor me dijo: «Levántate y vete a Damasco; allí te dirán
lo que debes hacer».
" Como no veía nada, debido al resplandor de aquella luz,
entré en Damasco de la mano de mis compañeros. " Un cierto
Ananías, hombre piadoso según la ley, bien acreditado ante
todos los judíos que allí vivían, vino a verme y me dijo:
«Hermano Saúl, recobra la vista». Y en aquel mismo instante
pude verlo. El añadió: «El Dios de nuestros antepasados te
ha escogido para que conozcas su voluntad, para que veas al
Justo y oigas su voz. Porque has de ser testigo suyo ante
todos los hombres de lo que has visto y oído. No pierdas
tiempo, ahora; levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados
invocando su nombre»....
Estamos ante uno de los tres relatos de la conversión
de Pablo {cf. también Hch 9 y 26) con los que Lucas
adorna la historia de la primitiva comunidad cristiana.
En su carácter extraordinario, el acontecimiento
de Damasco se articula en tres momentos. En primer
lugar, el diálogo entre el Señor resucitado y Saulo de
Tarso. Ambos personajes se comunican su identidad y
se reconocen recíprocamente. Es un primer paso hacia
el acuerdo posterior. Viene después el acontecimiento
extraordinario de la conversión, que Lucas resume
simplemente en una pregunta: «¿Qué debo hacer, Señor?»
(v. 10). Saulo está ahora subyugado por el poder de Jesús,
su salvador y maestro. Y sólo desea configurar por completo
su vida según la voluntad y el proyecto del Resucitado.
Al final, se encuentra la misión: el que ha conocido
la voluntad de Dios y ha visto al Justo percibiendo la palabra
de su misma boca, se vuelve ahora testigo de las
cosas que ha visto y oído ante todos los hombres. Ser
misionero es ahora el único modo de vivir para Pablo.
(v. 10). Saulo está ahora subyugado por el poder de Jesús,
su salvador y maestro. Y sólo desea configurar por completo
su vida según la voluntad y el proyecto del Resucitado.
Al final, se encuentra la misión: el que ha conocido
la voluntad de Dios y ha visto al Justo percibiendo la palabra
de su misma boca, se vuelve ahora testigo de las
cosas que ha visto y oído ante todos los hombres. Ser
misionero es ahora el único modo de vivir para Pablo.
No acabamos nunca de ahondar en el conocimiento
de Saulo-Paulo, incluso después de haber meditado una
y otra vez sobre las páginas que hablan de él y las que
escribió él mismo. Sin embargo, hay algo que aparece
de inmediato con una gran evidencia: su itinerario de fe
es símbolo del nuestro.
Creer implica, ante todo, encontrar personalmente a
una persona, al Dios hecho hombre, Jesús de Nazaret.
No se cree en una doctrina, en una fórmula, en un sistema,
sino en una persona, la única digna de ser creída.
La fe es un encuentro que no se agota en un momento
determinado de nuestra propia vida, sino que continúa
siempre, hasta la muerte. Quien encuentra a Jesús se da
cuenta de que ya no puede vivir sin él y debe profundizar
en su conocimiento personal.
Del encuentro se pasa al diálogo: la fe es, precisamente,
un encuentro entre personas inteligentes y libres. Por
un lado, Dios se da a conocer en lo que es, revela su voluntad,
da a conocer sus proyectos. De este modo, entabla
el diálogo con todo el que está dispuesto a escuchar
y a reaccionar. Por otro, el creyente, en la medida en
que presta una escucha sincera y auténtica a la Palabra
de Dios, se siente implicado en un diálogo que no
se desarrolla sólo en torno a conceptos y verdades,
de Saulo-Paulo, incluso después de haber meditado una
y otra vez sobre las páginas que hablan de él y las que
escribió él mismo. Sin embargo, hay algo que aparece
de inmediato con una gran evidencia: su itinerario de fe
es símbolo del nuestro.
Creer implica, ante todo, encontrar personalmente a
una persona, al Dios hecho hombre, Jesús de Nazaret.
No se cree en una doctrina, en una fórmula, en un sistema,
sino en una persona, la única digna de ser creída.
La fe es un encuentro que no se agota en un momento
determinado de nuestra propia vida, sino que continúa
siempre, hasta la muerte. Quien encuentra a Jesús se da
cuenta de que ya no puede vivir sin él y debe profundizar
en su conocimiento personal.
Del encuentro se pasa al diálogo: la fe es, precisamente,
un encuentro entre personas inteligentes y libres. Por
un lado, Dios se da a conocer en lo que es, revela su voluntad,
da a conocer sus proyectos. De este modo, entabla
el diálogo con todo el que está dispuesto a escuchar
y a reaccionar. Por otro, el creyente, en la medida en
que presta una escucha sincera y auténtica a la Palabra
de Dios, se siente implicado en un diálogo que no
se desarrolla sólo en torno a conceptos y verdades,
sino que se entrelaza con experiencias, confidencias, comunión
de vida. Se trata de un diálogo vital que implica
a dos seres vivos y llega a una forma de vida cada vez
más elevada.
Ahora bien, la fe cristiana es también obediencia,
sumisión, abandono total de la criatura al Creador, del
hombre a Dios, del pecador al Justo. Para el creyente,
obedecer no significa en absoluto abdicar de su propia
libertad, ni siquiera de sus propios derechos; significa
captar la infinita distancia que media entre él y su
propio interlocutor y, al mismo tiempo, intuir que la
adhesión a la voluntad de éste conduce a la plena y más
satisfactoria realización de sí mismo. Semejante acto de
abandono está sostenido por una promesa que no deja
ningún espacio a la duda: cuando Dios promete, se
compromete por completo en beneficio de su interlocutor,
le llena el corazón de certezas sobrenaturales y abre
ante él unos horizontes ilimitados.
Por último, la fe cristiana se traduce en misión: el
ejemplo de Pablo es claro y decisivo. No puede privatizarse
un bien que, por su propia naturaleza, es comunitario.
Quien ha recibido el don de la salvación en Cristo
de vida. Se trata de un diálogo vital que implica
a dos seres vivos y llega a una forma de vida cada vez
más elevada.
Ahora bien, la fe cristiana es también obediencia,
sumisión, abandono total de la criatura al Creador, del
hombre a Dios, del pecador al Justo. Para el creyente,
obedecer no significa en absoluto abdicar de su propia
libertad, ni siquiera de sus propios derechos; significa
captar la infinita distancia que media entre él y su
propio interlocutor y, al mismo tiempo, intuir que la
adhesión a la voluntad de éste conduce a la plena y más
satisfactoria realización de sí mismo. Semejante acto de
abandono está sostenido por una promesa que no deja
ningún espacio a la duda: cuando Dios promete, se
compromete por completo en beneficio de su interlocutor,
le llena el corazón de certezas sobrenaturales y abre
ante él unos horizontes ilimitados.
Por último, la fe cristiana se traduce en misión: el
ejemplo de Pablo es claro y decisivo. No puede privatizarse
un bien que, por su propia naturaleza, es comunitario.
Quien ha recibido el don de la salvación en Cristo
se siente impulsado íntimamente a darlo a los otros.
fuente: Lectio divina para cada día del año
volumen 16
Propio de los santos -1
Propio de los santos -1
La fe es un encuentro, no se puede enseñar, no se puede comprender, no se puede vivir, si no hay un diálogo con el Señor,un encuentro entre Cristo y el hombre, una invitación recíproca y llena de amor que lleva a dejar paso al Señor el cual llena toda nuestra existencia, ya no hay vuelta atrás, si no seguir adelante el camino que Dios mismo nos muestra....
ResponderEliminar