Muchas veces, no nos entienden cuando decimos somos pobres caballeros de Cristo, pero mucho menos cuando afirmamos que somos HERMANOS EN CRISTO. Investigando en mis horas de reflexión y meditación, en las que me gusta ahondar en el significado del templario en el siglo XXI, deduzco que no dista mucho del origen, de lo que en un primer momento se trató de trasmitir. Alejados de todo significado de cruzadas, de parafernalia, y de todo símbolo externo que desvie lo que para mi significa el ser templario, me topé con unas reflexiones que muy bien se puede asemejar a mi idea y mis convicciones.
Estoy segura de que no tienen que concordar con las ideas de otro, ni siquiera ser cierto, pero el pensamiento es libre, como libre es la forma de vivir, y creo que lo que hoy expondré, tiene mucho que ver con mi manera de plantearme la vida, y todo lo que significa ser pobre caballero de Cristo.
El templario ya no lucha con espadas, ya no lucha contra infieles. Los infieles del templario de hoy son la maldad, la injusticia, la soberbia, la discriminación. No podemos hacer cruzada en contra de otras religiones, en contra de otros que no piensen como nosotros. Nuestro lugar es intentar llevar un mundo nuevo bajo nuestras acciones, nuestro ejemplo. La lucha ya no es con la espada, es con el espíritu, con la bondad, la fraternidad, construir un nuevo mundo, haciendo vivo el Evangelio. Es lo que el Señor nos pide.
La nueva Jerusalen, tiene que empezar a reinar en nuestros corazones, para poder llevarla a la realidad cotidiana.
Esa es nuestra cruzada, partiendo de una espiritualidad y de una meditación de la palabra y de la Escritura, que nos lleve no solo a la contemplacion interior, también hacia el exterior, de lo contrario no hay lógica ni hay una matriz que no sea ser cuerpo y espíritu de Cristo, en definitiva ser HERMANOS EN CRISTO...
Cada uno que saque sus propias conclusiones.
Dios nos creó a su imagen y
semejanza. Nos hizo seres inteligente, capaces de amar, creadores, libres,
inmortales. Pero la dignidad humana quedó mucho más elevada cuando Dios mismo
decidió hacerse hombre y venir a compartir nuestra vida. Cristo Jesús es nuestro
hermano, hermano de todos, presente en todos los hombre. Con él la naturaleza
humana ha subido a lo más alto de su dignidad.
Él no se avergüenza de
llamarnos sus hermanos.
(Heb
2,11)
Un solo Padre tienen ustedes:
el que está en el cielo..
Y todos ustedes son
hermanos.
(Mt
23,9.8)
Esta dignidad de hermanos en
Cristo nos obliga a ordenar el mundo de una manera muy distinta de como está
ahora organizado. A no considerar a ninguna persona con más derechos o dignidad
que otra. A comprometernos a luchar para que nuestra hermandad en Cristo llegue
a ser una realidad, y no una linda palabra vacía de significado.
Todos los seres humanos hijos de Dios, hermanos en Cristo, es que todos
tenemos la misma dignidad ante Dios.
Dios no tiene preferencias
por nadie. (Rom
2,11)
No hay ninguna raza inferior o
superior (Hch 10,34-35), ni se debe despreciar a ningún hombre en concreto (Hch
10,28). Entre aquellos primeros seguidores de Jesús no se concebía que se
pudiese dar un puesto de preferencia a una persona porque fuera mejor vestido
que los demás (Sant. 2,2-4). El amor a Jesús les unía y los igualaba a todos,
como podemos ver en los Hechos de los Apóstoles (Hch 2,42-47; 4,32-35). Cristo
había “destruido en su propia carne el muro de odio que los separaba” (Ef
2,14).
La gran novedad de Cristo es que
él no es un legislador, sino una Vida, una Fuerza, para vivir la ley del amor.
Él no manda como lo puede hacer cualquier hombre; él “da el querer y el
actuar” (Flp 2,13). Jesús es la energía para poder cambiar el mundo. Él dio
el Mandamiento Nuevo del Amor; pero, lo que es más importante, comunica su
propio Amor, para poder cumplirlo. Da “las primicias del Espíritu, las cuales
capacitan para cumplir la ley nueva del amor”
El hombre nuevo, que vive de la
fe en Cristo, es un templo vivo de Dios:
El templo de Dios es santo, y
ese templo sois vosotros.....
El Espíritu de Dios habita en
ustedes.
(1 Cor
3,17.16)
¿No sabeis que su cuerpo es
templo del Espíritu Santo,
que habita en nosotros
y que lo hemos recibido de
Dios?
Vosotros ya no perteneceis a
sí mismos,
sino que han sido comprados a
un gran precio.
Entonces, que sus cuerpos
vivan para dar gloria a Dios.
(1 Cor
6,19-20)
El Espíritu Santo habita en
todos los que tienen fe en Cristo, para que puedan ser hombres nuevos, capaces
de construir un mundo mejor, donde sea posible la verdad, la justicia y el
amor, no sólo individualmente, sino también como sociedad. Hombres que sean
capaces de construir la historia según la voluntad del Padre universal de todo
ser humano. Hombres que sepan dominar la creación y transformarla para el
servicio de todos. Hombres, en fin, que se parezcan cada vez más a Cristo Jesús,
nuestro hermano, por quien hemos sido salvados al precio de su
sangre.
No tendremos un continente
nuevo sin nuevas y renovadas estructuras; pero sobre todo, no habrá continente
nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio sepan ser verdaderamente
libres y responsables.
Non Nobis.....
Sor+ Isabel María Pérez Moreno
Dama del Temple
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