Isaías 5,1-7
Parábola de la viña
5 Quiero cantar ahora por mi amado el canto de mi amado a su viña:
Mi amado tenía una viña en una ladera fértil. 2 La
cercó y la despejó de piedras, y luego plantó en ella vides escogidas;
en medio del campo levantó una torre, y además construyó un lagar.
Esperaba que su viña diera buenas uvas, pero dio uvas silvestres.
3 Y ahora, habitantes de Jerusalén, hombres de Judá: juzguen entre mi viña y yo. 4 ¿Qué
más podía hacerse a mi viña, que yo no le haya hecho? ¿Cómo es que dio
uvas silvestres, cuando yo esperaba que diera buenas uvas?
5 Pues
voy a mostrarles lo que haré con mi viña: Le quitaré la cerca, para que
sea consumida; abriré una brecha en su muralla, para que sea pisoteada. 6 Haré
que se quede desierta. Nadie la podará ni la cultivará. Crecerán en
ella cardos y espinos, y ordenaré a las nubes que no derramen lluvia
sobre ella. 7 En
realidad, la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel, y
los hombres de Judá son la planta en que él se complace. Esperaba él
justicia, y sólo hay injusticia; equidad, y sólo hay iniquidad.
Vendrá a nosotros
la Palabra de Dios
la Palabra de Dios
San Bernardo
Sermón en el Adviento del Señor 5,1-3
Sabemos de una triple venida del Señor. Además de la primera y de
la última, hay una venida intermedia. Aquéllas son visibles, pero ésta
no. En la primera, el Señor se manifestó en la tierra y convivió con los
hombres, cuando, como atestigua él mismo, lo vieron y lo odiaron. En
la última, todos verán la salvación de Dios y mirarán al que traspasaron.
La intermedia, en cambio, es oculta, y en ella sólo los elegidos
ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus almas se salvan.
De manera que, en la primera venida, el Señor vino en carne y debilidad;
en esta segunda, en espíritu y poder; y, en la última, en gloria y majestad.
Esta venida intermedia es como una senda por la que se pasa de la
primera a la última: en la primera, Cristo fue nuestra redención; en la
última, aparecerá como nuestra vida; en ésta, es nuestro descanso y
nuestro consuelo.
Y para que nadie piense que es pura invención lo que estamos
diciendo de esta venida intermedia, oídle a él mismo: El que me ama –
nos dice– guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a
él. He leído en otra parte: El que teme a Dios obrará el bien; pero pienso
que se dice algo más del que ama, porque éste guardará su palabra. ¿Y
dónde va a guardarla? En el corazón sin duda alguna, como dice el
profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra
ti.
Así es cómo has de cumplir la palabra de Dios, porque son dichosos
los que la cumplen. Es como si la palabra de Dios tuviera que pasar a
las entrañas de tu alma, a tus afectos y a tu conducta. Haz del bien tu
comida, y tu alma disfrutará con este alimento sustancioso. Y no te
olvides de comer tu pan, no sea que tu corazón se vuelva árido: por el
contrario, que tu alma rebose completamente satisfecha.
Si es así cómo guardas la palabra de Dios, no cabe duda que ella te
guardará a ti. El Hijo vendrá a ti en compañía del Padre, vendrá el gran
Profeta, que renovará Jerusalén, el que lo hace todo nuevo. Tal será la
eficacia de esta venida, que nosotros, que somos imagen del hombre
terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Y así como el
viejo Adán se difundió por toda la humanidad y ocupó al hombre entero,
así es ahora preciso que Cristo lo posea todo, porque él lo creó todo,
lo redimió todo, y lo glorificará todo.
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