El canto gregoriano, componente importante del oficio monástico, no era ajeno a la búsqueda cisterciense de la autenticidad de la tradición monástica y el desposeimiento de las formas.
Los
padres fundadores de Cîteaux llevaron consigo los libros litúrgicos en
uso en la abadía de Molesmes, el canto gregoriano de la tradición
benedictina. Esteban Harding que buscaba el texto más exacto posible de
la Biblia, en aras de la autenticidad, del respeto a la regla, pero
también de la posteridad y la unidad de la naciente orden cisterciense,
envió a sus copistas a Metz, sede de la tradición del canto carolingio, y
a Milán para copiar las más antiguas fuentes conocidas de los himnos de
San Ambrosio.
Buscaron la
pureza de la Regla, la autenticidad, la sencillez. Esto también
quisieron que fuera una realidad en la liturgia. Todo lo que se cantara
en la alabanza divina debería ser lo más auténtico. En Císter no se
quisieron los cantos copiados de Cluny.
Así a Esteban Harding, ya en el año 1109, se le atribuye una primera reforma del canto. En la primera fase, se desea equipar los libros litúrgicos con los textos y melodías más auténticos. De este modo, se prestó mucha atención a los principios siguientes: - La circunferencia de una melodía no debería ser mayor de diez tonos, porque el salmo 143,9 dice: "Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas." - En un canto no deben contenerse varios modos (tonos). - Las sucesiones de los tonos, largas y extensas, deben abreviarse. - El tono en b menor debe evitarse, favoreciendo el uso del tono en b mayor.
Estos principios no se
emplearon de forma global, especialmente en lo que se refiere a las
canciones en honor de la Madre de Dios, patrona de la Orden. Los cantos
a ella dedicados se adornan a menudo con notas adicionales, como ocurre
en el hermoso canto de la "Salve regina", de Completas, de modo que se
acentúe el texto.
Bernardo de Clairvaux realizó una segunda
el año 1134, que fue terminada en 1147/48.
En el capítulo III de la Charte de Charité se precisa: «Todos
tendrán los mismos libros litúrgicos y las mismas costumbres. Y puesto
que acogemos en nuestro claustro a todos los monjes que vienen a
nosotros, y que ellos mismos, igualmente, acogen a los nuestros en sus
claustros, nos parece oportuno, y esa es nuestra voluntad, que tengan el
modo de vida, el canto y todos los libros necesarios para las horas
diurnas y nocturnas así como para las misas, conformes con el modo de
vida y los libros del Nuevo Monasterio, de suerte que no haya
discordancia alguna en nuestros actos.»
Los cantos litúrgicos de la segunda reforma se escribieron
en 15 libros litúrgicos y se resumieron en el "Código normal" de
Císter. Los originales se conservan en la actualidad en la Biblioteca
Municipal de Dijon.
Estos libros, se utilizan en la Orden en todos los monasterios hasta mediados del s. XVII.1 Desgraciadamente, los cistercienses, a partir del Abad General Claudius, ajustaron su canto a la decadente Editio Medicæa de 1614/15. Por eso, a finales del s. XIX los trapenses revisaron el canto y reconstruyeron los libros antiguos.
No
obstante, estas directivas no encontraron adhesión por parte de los
monjes y especialmente de los monjes de coro, los cantores. De hecho,
las versiones melódicas de esas fuentes antiguas, entre San Ambrosio y
Carlomagno, parecían arcaicas a estos monjes cantores, eruditos de
principios del siglo XII.
Por
ello, a partir de la muerte de Esteban Harding en 1134, se pidió a
Bernardo de Claraval que emprendiese la reforma del canto. Se rodeó
entonces de varios monjes y cantores para que adaptasen todo el
repertorio existente a los cánones y la teoría de la música de su
tiempo.
Las
recomendaciones de Bernardo de Claraval sobre el canto están llenas de
una exigencia de armonía y equilibrio propia del arte cisterciense. «Que
esté lleno de gravedad, ni lascivo ni rudo. Que sea dulce, sin ser
ligero, que encante al oído a fin de emocionar el corazón, que consuele
la tristeza, que calme la ira, que no vacíe al texto de su sentido sino
que lo fecunde.»Dentro del espíritu de desposeimiento, las fórmulas
salmódicas, cantadas a lo largo de los siete oficios del día y de la
noche, se reducían a las fórmulas más simples, sin entonación
ornamentada.
Pero
para los nuevos oficios y las nuevas fiestas, las piezas que se
compusieron estaban muy adornadas y muy próximas al lenguaje poético y
florido de San Bernardo o de Hildegarde von Bingen, contemporánea en
estos inicios cistercienses.
Debido a la propia Charte de Charité
y a la fuerte estructuración de la orden, todo ese repertorio adaptado o
compuesto en el siglo XII existe en muchos manuscritos diseminados por
toda Europa, y su lectura no plantea dificultad alguna. Esa es la razón
de que los trabajos de reedición de la abadía de Westmalle, a finales
del XIX y hasta mediados del siglo XX, sean muy fieles a las fuentes
manuscritas. Así pues, es este repertorio cisterciense que se puede
escuchar hoy en abadías como las de Hauterive (OCist) o Aiguebelle
(Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia) el que ha conservado la
tradición del canto gregoriano.
|
Páginas
- INICIO
- QUIENES SOMOS
- ZONA PRIVADA (MIEMBROS DE LA ORDEN)
- Noviciado y Formación de la Orden de Santa María PCC
- CONSEJO PRIORAL
- BIBLIOTECA VIRTUAL
- MEMORIA ANUAL 2013
- PAGINA OFICIAL DE FACEBOOK
- CONTACTA CON NOSOTROS
- GOOGLE +
- AYUDA SOCIAL Y DE CARIDAD: PROYECTOS
- ORGANIGRAMA DE LA ORDEN
- PROTECTORADOS EXISTENTES
Quieres saber cuál es la fe que da vida y consigue la victoria? Aquella por la cual Cristo habita en lo íntimo de nuestro ser. El es nuestra virtud y nuestra vida. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, dice el Apóstol, os manifestaréis también vosotros gloriosos con él. Esa gloria será vuestra victoria. Y nos manifestaremos con él porque vencemos por él. Solamente llegan a ser hijos de Dios los que reciben a Cristo, y únicamente en ellos se cumple lo que dice la Escritura: todo el que nace de Dios, vence al mundo.
SAN BERNARDO
Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)
Preámbulo de la Regla Primitiva del Temple
Nos dirigimos en primer lugar a aquellos que desprecian seguir su propia voluntad y
desean servir, con pureza de ánimo, en la caballería del rey verdadero y supremo, y a los que quieren cumplir, y cumplen, con asiduidad, la noble virtud de la obediencia. Por eso os
aconsejamos, a aquellos de vosotros que pertenecisteis hasta ahora a la caballería secular,en la que Cristo no era la única causa, sino el favor de los hombres, que os apresuréis a asociaros perpetuamente a aquéllos que el Señor eligió entre la muchedumbre y dispuso, con su piadosa gracia, para la defensa de la Santa Iglesia.
Por eso, oh soldado de Cristo, fueses quien fueses,
que eliges tan sagrada orden, conviene que en tu profesión lleves una pura diligencia y firme
perseverancia, que se sabe que es tan digna y sublime para con Dios que, si pura y
perseverantemente se observa por los militantes que diesen sus almas por Cristo, merecerán
obtener la suerte; porque en ella apareció y floreció una orden militar, ya que la caballería,
abandonando su celo por la justicia, intentaba no defender a los pobres o iglesias sino
robarlos, despojarlos y aun matarlos; pero sucedió que vosotros, a los que nuestro señor y
salvador Jesucristo, como amigos suyos, dirigió desde la Ciudad Santa a habitar en Francia y
Borgoña, no cesáis, por nuestra salud y propagación de la verdadera fe, de ofrecer Dios
vuestras almas en víctima agradable a Dios......SAN BERNARDO
miércoles, 6 de febrero de 2013
CANTO CISTERCIENSE
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario