Si un pensamiento viene de Dios, es una luz en el corazón,
nos hace más humildes y progresamos en el amor. Si este pensamiento, por el contrario,
hace que estemos satisfechos de nosotros mismos y nos lleva a juzgar al
prójimo, es que viene del enemigo.
Si hay en ti una gran paz y un amor por todos los hombres,
el Espíritu Santo habita en ti. El enemigo detesta la hesiquía. No te extrañe
que esta paz llegue en medio de tribulaciones y dificultades. Entonces comprenderás
las palabras de San Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Jesucristo?”.
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