La abadía de
Fontenay fue fundada desde Cîteaux por
Bernardo de Claraval, que dejó aquel lugar el 1119 (había ingresado
en 1112) con una docena de monjes para retirarse aquí, donde existía
ya un antiguo ermitorio. En 1130 se desplazó la ubicación del
asentamiento monástico hasta un lugar muy cercano con humedales,
donde existían varias fuentes (de ahí el nombre del lugar) y donde
se llevaron a cabo obras de saneamiento para hacer el lugar más
habitable, antes de comenzar las construcciones.
En 1139 comenzó la construcción
de la nueva iglesia, edificio que ya se pudo consagrar en 1147. La
construcción de las diversas dependencias se pudo poner en marcha
gracias al valioso mecenazgo del obispo Ebrard de Norwich, que se
retiró aquí.
Rápidamente se convirtió en un
lugar de gran importancia que acumuló una larga serie de bienes y
beneficios. Se dice que durante aquella época de pujanza (siglos
XIII y XIV) se reunía una comunidad de trescientos miembros,
teniendo en cuenta las granjas y prioratos dependientes.
A partir del 1547 el centro pasó
a estar gobernado por abades comendatarios, nombrados por el rey y
que se desentendían de la propia actividad monástica. Pasó por una
época de decadencia, en este sentido, en 1777 se tuvo que prohibir
el juego, la caza y la entrada de mujeres en el recinto monástico.
En 1790 los efectos de la Revolución provocaron el cierre definitivo
del lugar y la salida de los últimos monjes. Pasó por las manos de
varios propietarios; se instaló una fábrica de papel, que tuvo
actividad hasta 1903. Más tarde comenzó los trabajos de conservación
y restauración del lugar; en 1852 el monumento quedó protegido,
declarándolo Monument Historique y desde 1981 es Patrimonio de la
Humanidad.
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