(Mt 1, 18-23).
¿PARA
QUÉ ESPERAR UN SALVADOR?
En las vísperas de la Navidad la
liturgia nos repite una y otra vez que “el mundo espera un Salvador”. Hemos
oído tantas veces esta frase que apenas nos sobresalta. Pero si la pensamos un
poco nos deja llenos de interrogantes.
En primer lugar, ¿a qué
mundo nos referimos? Los cristianos somos una sexta parte de la humanidad. Y
aun en el ámbito cristiano, son muchos los que viven como si no esperasen al
Salvador.
Por otra parte, ¿qué tipo de salvador
esperan los que realmente esperan? Algunos ponen sus ojos y su corazón en
“algo”, como la consecución de un puesto de trabajo estable, la compra de una
casa o de un vehículo, o un regalo que les llena de ilusión. Hay algunos que ponen
sus esperanzas en “alguien”, como un líder político, un deportista fuera de
serie o un cantante sensacional.
Finalmente, hay muchos
que no esperan nada ni a nadie. Viven tan cómodamente en el presente que no se
permiten la molestia de mirar al futuro. Además, ¿de qué podrían ser salvados
justo ahora que se sienten tan realizados y satisfechos? Hasta llegan a decir:
“De nuestros salvadores, sálvanos Señor”.
LOS SALVADOS
Sin embargo, los textos
bíblicos nos presentan a Dios como salvador del ser humano. Jesús es reconocido
como el Salvador definitivo, enviado por Dios al final de los tiempos.
- Él nos ha salvado de la
tiranía del tener, el poder y el placer: esas tres apetencias humanas -¡tan
humanas!- que pueden siempre convertirse en otras tantas idolatrías
deshumanizadoras.
- Él nos ha librado de la
desconfianza que experimentamos ante los demás cuando los consideramos como
desalmados competidores. Siguiendo el mensaje y el ejemplo de Jesús, estamos
llamados a verlos y aceptarlos como nuestros hermanos.
- Él nos ha librado de
una concepción de Dios que nos llevaba a temerlo como un tirano, como un ser
abominable, como el mayor enemigo de nuestra felicidad.
- Y finalmente nos ha
salvado de lo peor de nosotros mismos. Nos ha liberado de nuestra mentira y
nuestra vaciedad, de nuestro egoísmo y nuestras cobardías, de nuestra vileza y
nuestro miedo.
Y EL SALVADOR
Un ángel desvela a José
el secreto de la maternidad de María. Y le dice: “Dará a luz un hijo, y tú le
pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. En el
nombre del niño se manifestaba su misión
salvadora.
•“Tú le pondrás por
nombre Jesús”. Ese nombre nos revela ya que la causa humana no está abocada al
fracaso. Hay una salvación para quien aspira a vivir con dignidad en el mundo.
•“Tú le pondrás por
nombre Jesús”. Ese nombre nos recuerda que, por terribles que parezcan, las fuerzas del mal no pueden sobreponerse a
la sencilla majestad del bien.
•“Tú le pondrás por
nombre Jesús”. Ese nombre proclama que la salvación no nace de la fuerza o el
ingenio del ser humano, sino que es siempre un don gratuito de Dios.
- Señor Jesús, creemos y
confesamos que por ti nos ha ofrecido Dios la salvación. Contigo la celebramos.
Y en ti se nos hace visible e interpelante cada día. ¡Bendito seas tú, Salvador
nuestro! Amén.
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