Quieres saber cuál es la fe que da vida y consigue la victoria? Aquella por la cual Cristo habita en lo íntimo de nuestro ser. El es nuestra virtud y nuestra vida. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, dice el Apóstol, os manifestaréis también vosotros gloriosos con él. Esa gloria será vuestra victoria. Y nos manifestaremos con él porque vencemos por él. Solamente llegan a ser hijos de Dios los que reciben a Cristo, y únicamente en ellos se cumple lo que dice la Escritura: todo el que nace de Dios, vence al mundo.

SAN BERNARDO


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Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)

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Preámbulo de la Regla Primitiva del Temple

Nos dirigimos en primer lugar a aquellos que desprecian seguir su propia voluntad y
desean servir, con pureza de ánimo, en la caballería del rey verdadero y supremo, y a los que quieren cumplir, y cumplen, con asiduidad, la noble virtud de la obediencia. Por eso os
aconsejamos, a aquellos de vosotros que pertenecisteis hasta ahora a la caballería secular,en la que Cristo no era la única causa, sino el favor de los hombres, que os apresuréis a asociaros perpetuamente a aquéllos que el Señor eligió entre la muchedumbre y dispuso, con su piadosa gracia, para la defensa de la Santa Iglesia.
Por eso, oh soldado de Cristo, fueses quien fueses,

que eliges tan sagrada orden, conviene que en tu profesión lleves una pura diligencia y firme
perseverancia, que se sabe que es tan digna y sublime para con Dios que, si pura y
perseverantemente se observa por los militantes que diesen sus almas por Cristo, merecerán
obtener la suerte; porque en ella apareció y floreció una orden militar, ya que la caballería,
abandonando su celo por la justicia, intentaba no defender a los pobres o iglesias sino
robarlos, despojarlos y aun matarlos; pero sucedió que vosotros, a los que nuestro señor y
salvador Jesucristo, como amigos suyos, dirigió desde la Ciudad Santa a habitar en Francia y
Borgoña, no cesáis, por nuestra salud y propagación de la verdadera fe, de ofrecer Dios
vuestras almas en víctima agradable a Dios......SAN BERNARDO

martes, 24 de julio de 2012

LA INVESTIDURA TEMPLARIA



 En el temple hay multitud de elementos que lo hacen bello y maravilloso. Pero el momento más sublime más emocionante es la investidura templaria.
Supone la ordenación de los novicios en caballeros y damas del temple. Supone el momento en el que el novicio, entra a formar parte de la hermandad.
Pero como toda ceremonia, la investidura templaría tiene su preparación. Y de todo lo que en sí encierra, tal como establece la Regla y los estatutos debe ser presidida por el capellán de la orden, o en su defecto por un sacerdote.
La razón es bien sencilla. Somos templarios católicos, fieles a la Iglesia y a la doctrina que representa. En nuestras ceremonias es indispensable su presencia para oficializar el acto en sí. Que sea bendecido por un miembro de la Iglesia a la que veneramos, defendemos y acatamos. Bendecir los mantos, las cruces,  es una manera de sentirnos arropados  por el Señor, lo que ennoblece nuestra labor y nos ayuda a crecer espiritualmente. Juramos sobre el Evangelio y juramos lealtad al Santo Padre de lo contrario sería inverosímil defender una doctrina, cuando el templario se debe regir única y exclusivamente a dos cosas: Evangelio y la Regla.




Aparte, podemos nombrar otras cuestiones que la complementan.
La presencia de un maestro de ceremonias por ejemplo, que marca las pautas de la organización, de la celebración,  que cuida de los novicios y de los futuros hermanos, que los lleva hasta el reclinatorio cuidando del más mínimo detalle.
Igualmente cada futuro hermano, es arropado por sus padrinos: hermanos de la orden que sirven de testigos y apadrinan los nuevos miembros y les impone el manto.
La espada sobre el evangelio va tan ligado  a la propia manera de entender lo que es un templario; un monje-guerrero tal como lo definió San Bernardo:


 1. "Corre por el mundo la noticia de que no hace mucho nació un nuevo género
de caballeros en aquella región en la que el Oriente que nace de lo alto, hecho visible en
la carne, honró con su presencia, para exterminar, en el mismo lugar donde lo puso Él,
con la fuerza de su brazo, a los príncipes de las tinieblas, a sus infelices ministros, que
son hijos de la infidelidad, disipándolos por el valor de estos bravos caballeros,
realizando aun hoy en día la redención de su pueblo y suscitándonos una fuerza de
salvación en la casa de David, su siervo. Éste es, vuelvo a decir, el nuevo género de
milicia no conocido en siglos pasados; en el cual se dan a un mismo tiempo dos
combates con un valor invencible: contra la carne y la sangre y contra los espíritus de la
malicia que están esparcidos por el aire. La verdad, creo que no es original ni
excepcional resistir generosamente a un enemigo terrenal sólo con la fuerza de las
armas, como tampoco es extraordinario, aunque sea loable, hacer la guerra a los vicios o
a los demonios con la virtud del espíritu, pues se ve todo el mundo lleno de monjes que
están continuamente en ese ejercicio. Pero, ¿quién no se asombrará por cosa tan
admirable y tan poco usual como ver a uno y otro hombre ciñéndose cada uno la espada
y noblemente revestido con el cíngulo? Ciertamente, este soldado es intrépido y está
seguro por todas partes; su espíritu está armado con la armadura de la fe, igual que su
cuerpo de coraza de hierro. Estando fortalecido con estas dos clases de armas, no teme
ni a los demonios ni a los hombres. Yo digo más, no teme la muerte porque desea morir.
Y, en efecto, ¿qué puede hacer temer, sea viviendo o muriendo, a quien encuentra su
vida en Jesucristo y su recompensa en la muerte? Es cierto que combate con confianza y
con ardor por Jesucristo; pero aún desea más morir y estar con Jesucristo, porque esto es
la cosa mejor. Marchad, pues, valerosos caballeros, firmes y con coraje intrépido cargad
contra los enemigos de la cruz de Cristo, seguros de que ni la muerte ni la vida os
podrán separar del amor de Dios, que está Cristo Jesús; y en el momento del peligro
repetid en vuestro interior: Vivamos o muramos, somos de Dios. ¡Con cuánta gloria
vuelven los que vencieron en una batalla! ¡Qué felices mueren estos mártires en el
combate! Regocíjate, gallardo atleta, de vivir y de vencer en el Señor; pero regocíjate
aún más si mueres y te unes íntimamente al Señor. Sin duda, tu vida es fecunda y
gloriosa tu victoria; pero una santa muerte debe ser considerada más noble. Porque, si
los que mueren en el Señor son bienaventurados”, ¿cuánto más lo serán los que mueren
por el Señor?"
 SAN BERNARDO:
DE LAUDE NOVAE MILITIAE AD MILITES TEMPLI.

Esto es lo que somos, a esto es lo que dedicamos nuestra vida: servir a Cristo, portar su Cruz, la del martirio; luchar por la justicia, el bién del otro, el bién común hacia los hermanos; obediciencia y sacrificio pues el mundo carece de valores y de actitudes, nosotros representamos el legado que hace siglos inicio Hugo de Pyns y a pesar de las vicisitudes, a pesar de la historia seguimos portando esos principios; la verdad y la justicia son valores que no pueden morir y a los que estamos dispuestos a entregar, si fuera preciso con nuestra vida.
En definitiva, no son mas que unas  pequeñas  líneas de algunos elementos que encontramos en la investidura templaria, cada uno podrá darle la forma que desee pero su significado es muy concreto y no debemos darle  mas  interpretaciones de las que en sí tiene.


 Frey ++Miguel Molina Rodríguez
Caballero del Temple

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