Quieres saber cuál es la fe que da vida y consigue la victoria? Aquella por la cual Cristo habita en lo íntimo de nuestro ser. El es nuestra virtud y nuestra vida. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, dice el Apóstol, os manifestaréis también vosotros gloriosos con él. Esa gloria será vuestra victoria. Y nos manifestaremos con él porque vencemos por él. Solamente llegan a ser hijos de Dios los que reciben a Cristo, y únicamente en ellos se cumple lo que dice la Escritura: todo el que nace de Dios, vence al mundo.

SAN BERNARDO


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Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)

Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)

Preámbulo de la Regla Primitiva del Temple

Nos dirigimos en primer lugar a aquellos que desprecian seguir su propia voluntad y
desean servir, con pureza de ánimo, en la caballería del rey verdadero y supremo, y a los que quieren cumplir, y cumplen, con asiduidad, la noble virtud de la obediencia. Por eso os
aconsejamos, a aquellos de vosotros que pertenecisteis hasta ahora a la caballería secular,en la que Cristo no era la única causa, sino el favor de los hombres, que os apresuréis a asociaros perpetuamente a aquéllos que el Señor eligió entre la muchedumbre y dispuso, con su piadosa gracia, para la defensa de la Santa Iglesia.
Por eso, oh soldado de Cristo, fueses quien fueses,

que eliges tan sagrada orden, conviene que en tu profesión lleves una pura diligencia y firme
perseverancia, que se sabe que es tan digna y sublime para con Dios que, si pura y
perseverantemente se observa por los militantes que diesen sus almas por Cristo, merecerán
obtener la suerte; porque en ella apareció y floreció una orden militar, ya que la caballería,
abandonando su celo por la justicia, intentaba no defender a los pobres o iglesias sino
robarlos, despojarlos y aun matarlos; pero sucedió que vosotros, a los que nuestro señor y
salvador Jesucristo, como amigos suyos, dirigió desde la Ciudad Santa a habitar en Francia y
Borgoña, no cesáis, por nuestra salud y propagación de la verdadera fe, de ofrecer Dios
vuestras almas en víctima agradable a Dios......SAN BERNARDO

domingo, 28 de octubre de 2012

ORACIONES Y MEDITACIONES de Guillermo de Saint Thierry

ORACIONES Y MEDITACIONES
de Guillermo de Saint Thierry
Abad cisterciense, S. XII


2ª Oración:
Deseo ardiente y doloroso de Dios

1. Acercaos a Él y quedaréis radiantes. Vuestros rostros no se avergonzarán . Estoy avergonzado, Señor Dios, me siento horrorosamente confundido cuantas veces me acerco a ti y encuentro cerrada la puerta de tu visión. Entonces me parece oír aquella terrible voz: Os aseguro que no os conozco . Me obnubilo de tal manera en dolor de corazón y turbación de espíritu con el deseo de quedar iluminado por ti que casi preferiría no haberme acercado. Y ¿quién podrá consolarme si tu me quieres en desolación? Aléjense y desaparezcan todos los consuelos que no seas tú, o que no procedan de ti. ¡Pobre del que está solo! , dijo Salomón. Si ¡pobre de mí, solo, si tú no estás conmigo o yo contigo!

2. Me tengo por dichoso y completamente feliz si siento que tú estás conmigo. Señor, me hastío cuantas veces siento que tú no estás conmigo. Cuando estoy contigo estoy también conmigo. Cuando no estoy contigo tampoco lo estoy conmigo. Y ¡pobre de mí! cuantas veces no estoy contigo. Sin ti no puedo vivir. No podría subsistir de ninguna manera, ni física ni espiritualmente, sin tu continuo poder. No te desearía ni te buscaría sin el auxilio constante de tu gracia. Jamás te encontraría si tu misericordia y tu bondad no salieran a mi encuentro.

3. Pero como en todo esto yo estoy contigo, siento que tu gracia actúa en mí. La vida y la existencia son un bien para mí. Mi alma se gloría en el Señor . Si por el contrario tú estás presente con tus favores, yo me hallo ausente con el pensamiento y el afecto. Me parece los dones de tu gracia que me haces son como las atenciones y deberes fúnebres para con los difuntos.

4. Si a veces te siento pasar, no te paras delante de mí. Sigues, aunque vaya gritando detrás de ti, como la Cananea . Hasta que, harto de tanto lamento importuno de mi miseria, me echas en cara como, si fuera un perro, mi conciencia infame con sus pasadas inmundicias y sus descaros actuales. Al fin ahuyentas a tu perro o le dejas que se marche de junto a tu mesa, en ayunas y famélico, lacerado por los flagelos de su conciencia. ¿Intentaré acercarme de nuevo? Si, Señor, pues los cachorrillos echados a palos de la casa de su Señor vuelven enseguida y, vigilando alrededor de la casa, reciben su razón diaria de pan. Arrojado, vuelvo; llamo a puerta cerrada; apaleado, suplico. Y si el perro no puede vivir lejos del hombre, tampoco mi alma alejada de ti, su Dios y Señor.

5. Ábreme, Señor, que pueda acercarme a ti y que irradie tu luz . Tú habitas en el cielo, pero te has ocultado en las tinieblas, detrás de las aguas tenebrosas y de la nube para que, como dice el Profeta, no llegue nuestra oración a tu presencia . Y yo, me he podrido en la tierra , he amontonado delante de mí una densa masa de barro , como escudo del corazón . Ya no brillan los luceros celestiales. El sol se ha oscurecido . La luna ya no brilla . Oigo tus maravillas en los salmos, himnos y cánticos inspirados . Tus discursos y milagros escritos en los Evangelios todavía rutilan para mí. Los ejemplos de tus servidores impresionan de continuo mis ojos y mis oídos. Las Escrituras de tu verdad, que incesantemente tengo ante mi vista, disipan con estrépito mi sordera, me espolean con amenazas y me estimulan con promesas. Pero yo estoy endurecido por mi perverso comportamiento y la enorme necedad espiritual . Estoy habituado a dormir en pleno mediodía sin ver lo que sucede a mi alrededor. Me hallo en alta mar, y no percibo su fragor. No oigo el estampido de los truenos porque mi corazón está muerto .

6. ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? ¿Cuándo desgarrarás tus cielos y bajarás a expolear mi necedad en el colmo de tu cólera, para dejar de ser lo que soy y te sienta dominar en Jacob y en los últimos confines de la tierra? Consiente al menos que vuelva por la tarde y que, hambriento como un perro, merodee por tu ciudad que en parte peregrina todavía en esta tierra, pero que la mayor parte goza ya en los cielos. Acaso me encuentre con alguien que reciba en los tabernáculos eternos a este pobre hombre que no tiene en dónde apoyar su cabeza .

7. A veces percibo la voz de tu Espíritu; pero pasa cual soplo de brisa ligera . Pero comprendo lo que dice: Acercaos a Él y quedaréis radiantes . Lo oigo y me siento espoleado. Somnoliento, restriego mis párpados, me animo, vuelvo en sí, abro la boca y respiro ; relajo los sentidos de mi alma para reanimarlos; salgo de los antros de mi nocturna conciencia hacia la luz del sol de justicia que se alza para mí. Pero, cuando intento levantar la mirada, mis somnolientos ojos acostumbrados a las tinieblas e inadaptados a la luz, se deslumbran. Ante el insólito resplandor, se estremecen la pupila y los párpados de la razón. Entonces, con la ayuda de la mano, en cuanto me es posible, disipo de mis ojos los efectos de una somnolencia prolongada..

8. Si por tu benevolencia hallo la fuente de lágrimas que suele brotar en los valles de toda alma contrita y humillada, lavaría las manos del comportamiento y el rostro de la devoción. Después, como el gavilán que despliega sus alas hacia el austro para cubrirse de plumas, levanto mis manos hacia ti, Señor; pues tengo el alma como tierra sedienta de ti .Y como tierra desértica, intransitable y sin agua, me presento en tu santuario para contemplar tu poder y tu gloria .

9. Pero cuando levanto los ojos de mi alma hacia ti, sol de justicia, me sucede como a los borrachos cuando despiertan o como a los de ojos defectuosos que viendo un solo objeto creen percibir dos o tres; hasta que fijándose con detenimiento descubren que el defecto está en los propios ojos y no en la cosa que observan. Dejando de lado el uso y el placer de los sentidos, inmediatamente la imaginación sale al encuentro del alma despierta que, habituada a lo sensible, la oscurecen con imágenes a pesar de tener cerradas las puertas de los sentidos en las cosas sensibles; para que de la misma manera que antes solía vacar a lo sensible, ahora no sepa tampoco pensar o entender mas que por imágenes sensibles.

10. Por eso, cuando despierto del sueño de la negligencia, al instante miro hacia Dios. Sobre él me instruye la ley divina diciendo: Escucha, Israel, el Señor tu Dios es solamente uno ; e intento clavar enteramente la mirada en Él, que me va a esclarecer y a quien tengo que adorar y rogar.. Entonces se me presenta la Trinidad divina, que me trasmite la fe católica, inculcada por mis padres, refrendada por mi propio esfuerzo de reflexión y salvaguardada por ti mismo y tus doctores.

11. Pero mi loca imaginación acoge y contempla esta verdad figurándose que el número tres incide en la sustancia simple de la divinidad que, incondicionada a todo número, ha creado todo en peso, número y medida . La imaginación asigna a cada una de las personas ocupando un puesto que le correspondiera. Por eso suplica al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo como si tuviera que pasar del primero al segundo a través del tercero. De este modo el alma ofuscándose en el uno, se distrae en el tres, como si se tratara de tres cuerpos que habría que distinguir o unir. Así la imaginación, es decir, la mente fantaseante, aun a su pesar, imagina o sufre violentada las imágenes, pese a sus protestas. Sobreviene la fe y las reprueba. La razón discierne a través de la fe. La autoridad condena y al mismo tiempo exclama todo mi interior lo que acabamos de decir: Escucha, Israel, el Señor tu Dios es solamente uno .

12. Por tanto. Si la fe, la razón y la autoridad me enseñan a pensar que el Padre lo es por sí mismo, el Hijo por sí y el Espíritu Santo por sí, estiman que nada ha de admitirse en la Trinidad en cuanto a tiempo, lugar o número que implique división de sustancia o confusión de personas. Y de tal manera establecen la unidad en la trinidad que excluyen la soledad; y la trinidad en la unidad que no es posible una pluralidad dentro de la substancia divina. Anticipando en nosotros todo mérito y prudencia de ciencia y virtud, tu gracia, Señor, nos da una migaja de conocimiento tuyo y nuestro.

13. Conocimiento que nos somete a la humildad; la humildad a la autoridad y la autoridad a la fe. La fe instruye a la razón; y la razón, mediante la fe, instruye o bien destruye y rechaza a la imaginación. La razón no instruye a la fe en orden a la inteligencia, sino que por la fe aguarda esa inteligencia de ti, Padre de los astros, de quien toda dádiva es buena y todo don, perfecto . La inteligencia, pero no la que procede de la razón o se adquiere por el raciocinio, sino aquella que tu sabiduría forma y que se extrae del trono de tu grandeza a través del mérito de la fe ; y en todo semejante a su fuente, desciende al alma de tu fiel, cautiva a la razón y la conforma en orden a sí misma, pero vivificando y esclareciendo a la misma fe.

14. El alma, pávida y estupefacta, se dispone a orar a su Dios y se lleva a sí misma siempre en sus propias manos como en trazas de ofrecérsete. Pávida ante lo sucedido; estupefacta frente a lo insólito; pero con la intención de encontrarte lleva consigo la señal de tu fe, aunque no dé todavía con el que puede esclarecerla. Buscando tu rostro, Señor, buscando tu rostro no sabe lo que busca; aunque tampoco lo ignora del todo.. Abomina como a ídolos cualquier simulacro referente a ti. Te ama como te describe su fe, aunque se escape al alcance de la mente. Y ardiendo en deseos de ver tu rostro para ofrecerle el sacrificio de su devoción y de su justicia, ofrendas y holocaustos acrece su turbación en la tardanza. Y como no tiene tan pronto la iluminación de tu fe, en la que se ha confiado, tanto se aturde algunas veces que llega a dudar si cree en ti; e incluso a odiarse, porque le parece que no te ama. Lejos, sin embargo, de pensar que no crea en ti a quien atormenta tu deseo. De que no te ame el que te desea hasta despreciar todo cuanto existe, incluido él mismo.

15. ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? . Si tú no enciendes mi lámpara, si no iluminas mis tinieblas, no me libraré de esta tentación. Ni sin ti, Dios mío, saltaré esta muralla .

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