Quieres saber cuál es la fe que da vida y consigue la victoria? Aquella por la cual Cristo habita en lo íntimo de nuestro ser. El es nuestra virtud y nuestra vida. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, dice el Apóstol, os manifestaréis también vosotros gloriosos con él. Esa gloria será vuestra victoria. Y nos manifestaremos con él porque vencemos por él. Solamente llegan a ser hijos de Dios los que reciben a Cristo, y únicamente en ellos se cumple lo que dice la Escritura: todo el que nace de Dios, vence al mundo.

SAN BERNARDO


WEB OFICIAL DE LA ORDEN

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Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)

Si tienes un secreto, escóndelo o revélalo (proverbio árabe)

Preámbulo de la Regla Primitiva del Temple

Nos dirigimos en primer lugar a aquellos que desprecian seguir su propia voluntad y
desean servir, con pureza de ánimo, en la caballería del rey verdadero y supremo, y a los que quieren cumplir, y cumplen, con asiduidad, la noble virtud de la obediencia. Por eso os
aconsejamos, a aquellos de vosotros que pertenecisteis hasta ahora a la caballería secular,en la que Cristo no era la única causa, sino el favor de los hombres, que os apresuréis a asociaros perpetuamente a aquéllos que el Señor eligió entre la muchedumbre y dispuso, con su piadosa gracia, para la defensa de la Santa Iglesia.
Por eso, oh soldado de Cristo, fueses quien fueses,

que eliges tan sagrada orden, conviene que en tu profesión lleves una pura diligencia y firme
perseverancia, que se sabe que es tan digna y sublime para con Dios que, si pura y
perseverantemente se observa por los militantes que diesen sus almas por Cristo, merecerán
obtener la suerte; porque en ella apareció y floreció una orden militar, ya que la caballería,
abandonando su celo por la justicia, intentaba no defender a los pobres o iglesias sino
robarlos, despojarlos y aun matarlos; pero sucedió que vosotros, a los que nuestro señor y
salvador Jesucristo, como amigos suyos, dirigió desde la Ciudad Santa a habitar en Francia y
Borgoña, no cesáis, por nuestra salud y propagación de la verdadera fe, de ofrecer Dios
vuestras almas en víctima agradable a Dios......SAN BERNARDO

miércoles, 31 de octubre de 2012

Benedicto XVI en catequesis sobre Guillermo de San Thierry

Queridos hermanos y amigos aqui os dejamos un texto interesante de nuestro Santo Padre en referencia a la figura de Guillermo de Sant Thierry
BENEDICTO XVI
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 2 de diciembre de 2009





Guillermo de San Thierry
Queridos hermanos y hermanas:
En una catequesis anterior presenté la figura de san Bernardo de Claraval, el "doctor de la dulzura", gran protagonista del siglo XII. Su biógrafo —amigo y admirador— fue Guillermo de Saint-Thierry, sobre el que quiero reflexionar esta mañana.
Guillermo nació en Lieja entre los años 1075 y 1080. De familia noble, dotado de una inteligencia viva y de un innato amor al estudio, se formó en escuelas famosas de la época, como las de su ciudad natal y de Reims, en Francia. También entró en contacto personal con Abelardo, el maestro que aplicaba la filosofía a la teología de manera tan original que creaba desconcierto y oposición. El propio Guillermo manifestó sus dudas, solicitando a su amigo Bernardo que tomara posición respecto a Abelardo. Respondiendo a esa misteriosa e irresistible llamada de Dios que es la vocación a la vida consagrada, Guillermo entró en el monasterio benedictino de Saint-Nicaise de Reims en 1113, y algunos años después llegó a ser abad del monasterio de Saint-Thierry, en la diócesis de Reims.
En aquel tiempo estaba muy difundida la exigencia de purificar y renovar la vida monástica, para que fuera auténticamente evangélica. Guillermo actuó en este sentido dentro de su propio monasterio, y en la Orden benedictina en general. Sin embargo, encontró no pocas resistencias ante sus intentos de reforma; así, a pesar de que se lo desaconsejó su amigo Bernardo, en 1135 dejó la abadía benedictina, renunció al hábito negro y se puso el blanco, para unirse a los cistercienses de Signy. Desde ese momento hasta su muerte, acaecida en 1148, se dedicó a la contemplación orante de los misterios de Dios, desde siempre objeto de sus deseos más profundos, y a la composición de escritos de literatura espiritual, importantes en la historia de la teología monástica.
Una de sus primeras obras se titula De natura et dignitate amoris (La naturaleza y la dignidad del amor). En ella se expresa una de las ideas fundamentales de Guillermo, que vale también para nosotros. La energía principal que mueve al alma humana —dice— es el amor. La naturaleza humana, en su esencia más profunda, consiste en amar. En definitiva, a cada ser humano se le encomienda una sola tarea:  aprender a querer, a amar de modo sincero, auténtico y gratuito. Pero sólo en la escuela de Dios se realiza esta tarea y el hombre puede alcanzar el fin para el que ha sido creado. Escribe Guillermo:  "El arte de las artes es el arte del amor... El amor es suscitado por el Creador de la naturaleza. El amor es una fuerza del alma, que la conduce como por un peso natural al lugar y al fin que le es propio" (La naturaleza y la dignidad del amor, 1:  PL 184, 379). Aprender a amar requiere un camino largo y arduo, que Guillermo articula en cuatro etapas, según las edades del hombre:  la infancia, la juventud, la madurez y la vejez. En este itinerario la persona debe imponerse una ascesis eficaz, un fuerte dominio de sí mismo para eliminar todo afecto desordenado, toda concesión al egoísmo, y unificar su vida en Dios, fuente, meta y fuerza del amor, hasta alcanzar la cumbre de la vida espiritual, que Guillermo define como "sabiduría". Al final de este itinerario ascético se experimenta una gran serenidad y dulzura. Todas las facultades del hombre —inteligencia, voluntad y afectos— descansan en Dios, conocido y amado en Cristo.
También en otras obras Guillermo habla de esta vocación radical al amor a Dios, que constituye el secreto de una vida realizada y feliz, que él describe como un deseo incesante y creciente, inspirado por Dios mismo en el corazón del hombre. En una meditación dice que el objeto de este amor es el Amor con "A" mayúscula, es decir, Dios. Es él quien se derrama en el corazón de quien ama y lo capacita para recibirle. Se da hasta que el corazón queda saciado de tal modo que nunca disminuye el deseo de esta saciedad. Este impulso de amor es la plenitud del hombre" (De contemplando Deo 6, passim:  SC 61 bis, pp. 79-83). Llama la atención el hecho de que Guillermo, al hablar del amor a Dios, atribuya notable importancia a la dimensión afectiva. En el fondo, queridos amigos, nuestro corazón está hecho de carne, y cuando amamos a Dios, que es el Amor mismo, ¿cómo no expresar en esta relación con el Señor también nuestros sentimientos más humanos, como la ternura, la sensibilidad y la delicadeza? ¡El Señor mismo, al hacerse hombre, quiso amarnos con un corazón de carne!
Según Guillermo, además, el amor tiene otra propiedad importante:  ilumina la inteligencia y permite conocer mejor y de manera más profunda a Dios y, en Dios, a las personas y los acontecimientos. El conocimiento que procede de los sentidos y de la inteligencia reduce, pero no elimina, la distancia entre el sujeto y el objeto, entre el yo y el tú. El amor, en cambio, suscita atracción y comunión, hasta el punto de que se produce una transformación y una asimilación entre el sujeto que ama y el objeto amado. Esta reciprocidad de afecto y de simpatía permite un conocimiento mucho más profundo que el que se obtiene sólo con la razón. Así se explica una célebre expresión de Guillermo:  "Amor ipse intellectus est", "El amor es en sí mismo principio de conocimiento". Queridos amigos, podemos preguntarnos:  ¿no es precisamente esto lo que sucede en nuestra vida? ¿No es verdad que realmente sólo conocemos a quien y lo que amamos? Sin cierta simpatía no se conoce a nadie ni nada. Y esto vale ante todo en el conocimiento de Dios y de sus misterios, que superan la capacidad de comprensión de nuestra inteligencia:  ¡A Dios se lo conoce si se lo ama!
Una síntesis del pensamiento de Guillermo de Saint-Thierry se encuentra en una larga carta dirigida a los cartujos de Mont-Dieu, a los que había visitado y quería alentar y consolar. El docto benedictino Jean Mabillon, ya en 1960 dio a esta carta un título significativo:  Epistola aurea (Carta de oro). En efecto, las enseñanzas sobre la vida espiritual contenidas en ella son preciosas para todos los que desean crecer en la comunión con Dios, en la santidad. En este tratado Guillermo propone un itinerario en tres etapas. Es necesario —dice él— pasar del hombre "animal" al "racional" para llegar al "espiritual". ¿Qué quiere decir nuestro autor con estas tres expresiones? Al principio una persona acepta con un acto de obediencia y de confianza la visión de la vida inspirada por la fe. Después con un proceso de interiorización, en el que la razón y la voluntad desempeñan un papel muy importante, la fe en Cristo es acogida con profunda convicción y se experimenta una armoniosa correspondencia entre lo que se cree y se espera y las aspiraciones más secretas del alma, nuestra razón y nuestros afectos. Así se llega a la perfección de la vida espiritual, cuando las realidades de la fe son fuente de íntima alegría y de comunión real con Dios, que sacia. Se vive sólo en el amor y para el amor. Guillermo funda este itinerario en una sólida visión del hombre, inspirada en los antiguos Padres griegos —sobre todo en Orígenes—, los cuales, con un lenguaje audaz, habían enseñado que la vocación del hombre es llegar a ser como Dios, que lo creó a su imagen y semejanza. La imagen de Dios presente en el hombre lo impulsa hacia la semejanza, es decir hacia una identidad cada vez más plena entre su propia voluntad y la divina. A esta perfección, que Guillermo llama "unidad de espíritu", no se llega con el esfuerzo personal, aunque sea sincero y generoso, porque hace falta otra cosa. Esta perfección se alcanza por la acción del Espíritu Santo, que habita en el alma, y purifica, absorbe y transforma en caridad todo impulso y todo deseo de amor presente en el hombre. "Hay otra semejanza con Dios", leemos en la Epistola aurea, "que ya no se llama semejanza, sino unidad de espíritu, cuando el hombre llega a ser uno con Dios, un espíritu, no sólo por la unidad de un idéntico querer, sino por no ser capaz de querer otra cosa. De esa manera, el hombre merece llegar a ser no Dios, sino lo que Dios es:  el hombre se convierte por gracia en lo que Dios es por naturaleza" (Epistola aurea 262-263:  SC 223, pp. 353-355).
Queridos hermanos y hermanas, este autor, que podríamos definir como el "cantor del amor, de la caridad", nos enseña a realizar en nuestra vida la opción de fondo, que da sentido y valor a todas las demás opciones:  amar a Dios y, por amor a él, amar a nuestro prójimo; sólo así podremos encontrar la verdadera alegría, anticipación de la felicidad eterna. Sigamos, por tanto, el ejemplo de los santos para aprender a amar de manera auténtica y total, para entrar en este itinerario de nuestro ser. Con una joven santa, doctora de la Iglesia, Teresa del Niño Jesús, digamos también nosotros al Señor que queremos vivir de amor.
Concluyo propiamente con una oración de esta santa:  "Yo te amo, y tú lo sabes, Jesús mío. Tu Espíritu de amor me abrasa con su fuego. Amándote yo a ti atraigo al Padre; mi débil corazón se entrega a él sin reserva. ¡Oh augusta Trinidad, eres la prisionera, la santa prisionera de mi amor. (...) Vivir de amor es darse sin medida, sin reclamar salario aquí en la tierra... Cuando se ama no se hacen cálculos. Yo lo he dado todo al Corazón divino, que rebosa ternura. Nada me queda ya... Corro ligera. Ya mi única riqueza es vivir de amor".

lunes, 29 de octubre de 2012

RETIRO ESPIRITUAL


 Los integrantes del Gran Priorato Español de Santa Maria- Pobres Caballeros de Cristo, del Priorato de Ntra Señora del Carmen,   realizaron el pasado fin de semana un retiro espiritual con la finalidad de pasar unas jornadas de reflexión y meditación monástica dentro de un plan concreto  de formación espiritual.
Se vivió momentos de gran fraternidad y estudio de gran provecho para cada uno de los hermanos que participaron en esta experiencia. Esperamos poder seguir mostrando a todos nuestros hermanos, simpatizantes y  amigos,  las experiencias de gran contenido espiritual y de formación que iremos desarrollando a lo largo de todo el año.


UN ABRAZO..



domingo, 28 de octubre de 2012

EL CAMINO DE LA SANTIDAD

El camino de la santidad cristiana es, en todo caso, duro y austero. Hemos de ayunar y orar. Hemos de abrazar las dificultades y el sacrificio por amor a Cristo y con el fin de mejorar la condición del ser humano sobre la tierra. No estamos autorizados a gozar meramente de las buenas cosas de la vida, «purificando nuestra intención» de vez en cuando para asegurarnos de que lo hacemos todo «por Dios». Tales operaciones mentales, puramente abstractas, son únicamente una lamentable excusa para la mediocridad. No nos justifican a los ojos de Dios. No basta hacer gestos piadosos. Nuestro amor a Dios y al hombre no puede ser meramente simbólico, ha de ser completamente real. No se trata simplemente de una operación mental, sino de la entrega y el compromiso de nuestro ser más íntimo.
 
 

ORACIONES Y MEDITACIONES de Guillermo de Saint Thierry

ORACIONES Y MEDITACIONES
de Guillermo de Saint Thierry
Abad cisterciense, S. XII


2ª Oración:
Deseo ardiente y doloroso de Dios

1. Acercaos a Él y quedaréis radiantes. Vuestros rostros no se avergonzarán . Estoy avergonzado, Señor Dios, me siento horrorosamente confundido cuantas veces me acerco a ti y encuentro cerrada la puerta de tu visión. Entonces me parece oír aquella terrible voz: Os aseguro que no os conozco . Me obnubilo de tal manera en dolor de corazón y turbación de espíritu con el deseo de quedar iluminado por ti que casi preferiría no haberme acercado. Y ¿quién podrá consolarme si tu me quieres en desolación? Aléjense y desaparezcan todos los consuelos que no seas tú, o que no procedan de ti. ¡Pobre del que está solo! , dijo Salomón. Si ¡pobre de mí, solo, si tú no estás conmigo o yo contigo!

2. Me tengo por dichoso y completamente feliz si siento que tú estás conmigo. Señor, me hastío cuantas veces siento que tú no estás conmigo. Cuando estoy contigo estoy también conmigo. Cuando no estoy contigo tampoco lo estoy conmigo. Y ¡pobre de mí! cuantas veces no estoy contigo. Sin ti no puedo vivir. No podría subsistir de ninguna manera, ni física ni espiritualmente, sin tu continuo poder. No te desearía ni te buscaría sin el auxilio constante de tu gracia. Jamás te encontraría si tu misericordia y tu bondad no salieran a mi encuentro.

3. Pero como en todo esto yo estoy contigo, siento que tu gracia actúa en mí. La vida y la existencia son un bien para mí. Mi alma se gloría en el Señor . Si por el contrario tú estás presente con tus favores, yo me hallo ausente con el pensamiento y el afecto. Me parece los dones de tu gracia que me haces son como las atenciones y deberes fúnebres para con los difuntos.

4. Si a veces te siento pasar, no te paras delante de mí. Sigues, aunque vaya gritando detrás de ti, como la Cananea . Hasta que, harto de tanto lamento importuno de mi miseria, me echas en cara como, si fuera un perro, mi conciencia infame con sus pasadas inmundicias y sus descaros actuales. Al fin ahuyentas a tu perro o le dejas que se marche de junto a tu mesa, en ayunas y famélico, lacerado por los flagelos de su conciencia. ¿Intentaré acercarme de nuevo? Si, Señor, pues los cachorrillos echados a palos de la casa de su Señor vuelven enseguida y, vigilando alrededor de la casa, reciben su razón diaria de pan. Arrojado, vuelvo; llamo a puerta cerrada; apaleado, suplico. Y si el perro no puede vivir lejos del hombre, tampoco mi alma alejada de ti, su Dios y Señor.

5. Ábreme, Señor, que pueda acercarme a ti y que irradie tu luz . Tú habitas en el cielo, pero te has ocultado en las tinieblas, detrás de las aguas tenebrosas y de la nube para que, como dice el Profeta, no llegue nuestra oración a tu presencia . Y yo, me he podrido en la tierra , he amontonado delante de mí una densa masa de barro , como escudo del corazón . Ya no brillan los luceros celestiales. El sol se ha oscurecido . La luna ya no brilla . Oigo tus maravillas en los salmos, himnos y cánticos inspirados . Tus discursos y milagros escritos en los Evangelios todavía rutilan para mí. Los ejemplos de tus servidores impresionan de continuo mis ojos y mis oídos. Las Escrituras de tu verdad, que incesantemente tengo ante mi vista, disipan con estrépito mi sordera, me espolean con amenazas y me estimulan con promesas. Pero yo estoy endurecido por mi perverso comportamiento y la enorme necedad espiritual . Estoy habituado a dormir en pleno mediodía sin ver lo que sucede a mi alrededor. Me hallo en alta mar, y no percibo su fragor. No oigo el estampido de los truenos porque mi corazón está muerto .

6. ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? ¿Cuándo desgarrarás tus cielos y bajarás a expolear mi necedad en el colmo de tu cólera, para dejar de ser lo que soy y te sienta dominar en Jacob y en los últimos confines de la tierra? Consiente al menos que vuelva por la tarde y que, hambriento como un perro, merodee por tu ciudad que en parte peregrina todavía en esta tierra, pero que la mayor parte goza ya en los cielos. Acaso me encuentre con alguien que reciba en los tabernáculos eternos a este pobre hombre que no tiene en dónde apoyar su cabeza .

7. A veces percibo la voz de tu Espíritu; pero pasa cual soplo de brisa ligera . Pero comprendo lo que dice: Acercaos a Él y quedaréis radiantes . Lo oigo y me siento espoleado. Somnoliento, restriego mis párpados, me animo, vuelvo en sí, abro la boca y respiro ; relajo los sentidos de mi alma para reanimarlos; salgo de los antros de mi nocturna conciencia hacia la luz del sol de justicia que se alza para mí. Pero, cuando intento levantar la mirada, mis somnolientos ojos acostumbrados a las tinieblas e inadaptados a la luz, se deslumbran. Ante el insólito resplandor, se estremecen la pupila y los párpados de la razón. Entonces, con la ayuda de la mano, en cuanto me es posible, disipo de mis ojos los efectos de una somnolencia prolongada..

8. Si por tu benevolencia hallo la fuente de lágrimas que suele brotar en los valles de toda alma contrita y humillada, lavaría las manos del comportamiento y el rostro de la devoción. Después, como el gavilán que despliega sus alas hacia el austro para cubrirse de plumas, levanto mis manos hacia ti, Señor; pues tengo el alma como tierra sedienta de ti .Y como tierra desértica, intransitable y sin agua, me presento en tu santuario para contemplar tu poder y tu gloria .

9. Pero cuando levanto los ojos de mi alma hacia ti, sol de justicia, me sucede como a los borrachos cuando despiertan o como a los de ojos defectuosos que viendo un solo objeto creen percibir dos o tres; hasta que fijándose con detenimiento descubren que el defecto está en los propios ojos y no en la cosa que observan. Dejando de lado el uso y el placer de los sentidos, inmediatamente la imaginación sale al encuentro del alma despierta que, habituada a lo sensible, la oscurecen con imágenes a pesar de tener cerradas las puertas de los sentidos en las cosas sensibles; para que de la misma manera que antes solía vacar a lo sensible, ahora no sepa tampoco pensar o entender mas que por imágenes sensibles.

10. Por eso, cuando despierto del sueño de la negligencia, al instante miro hacia Dios. Sobre él me instruye la ley divina diciendo: Escucha, Israel, el Señor tu Dios es solamente uno ; e intento clavar enteramente la mirada en Él, que me va a esclarecer y a quien tengo que adorar y rogar.. Entonces se me presenta la Trinidad divina, que me trasmite la fe católica, inculcada por mis padres, refrendada por mi propio esfuerzo de reflexión y salvaguardada por ti mismo y tus doctores.

11. Pero mi loca imaginación acoge y contempla esta verdad figurándose que el número tres incide en la sustancia simple de la divinidad que, incondicionada a todo número, ha creado todo en peso, número y medida . La imaginación asigna a cada una de las personas ocupando un puesto que le correspondiera. Por eso suplica al Padre por el Hijo en el Espíritu Santo como si tuviera que pasar del primero al segundo a través del tercero. De este modo el alma ofuscándose en el uno, se distrae en el tres, como si se tratara de tres cuerpos que habría que distinguir o unir. Así la imaginación, es decir, la mente fantaseante, aun a su pesar, imagina o sufre violentada las imágenes, pese a sus protestas. Sobreviene la fe y las reprueba. La razón discierne a través de la fe. La autoridad condena y al mismo tiempo exclama todo mi interior lo que acabamos de decir: Escucha, Israel, el Señor tu Dios es solamente uno .

12. Por tanto. Si la fe, la razón y la autoridad me enseñan a pensar que el Padre lo es por sí mismo, el Hijo por sí y el Espíritu Santo por sí, estiman que nada ha de admitirse en la Trinidad en cuanto a tiempo, lugar o número que implique división de sustancia o confusión de personas. Y de tal manera establecen la unidad en la trinidad que excluyen la soledad; y la trinidad en la unidad que no es posible una pluralidad dentro de la substancia divina. Anticipando en nosotros todo mérito y prudencia de ciencia y virtud, tu gracia, Señor, nos da una migaja de conocimiento tuyo y nuestro.

13. Conocimiento que nos somete a la humildad; la humildad a la autoridad y la autoridad a la fe. La fe instruye a la razón; y la razón, mediante la fe, instruye o bien destruye y rechaza a la imaginación. La razón no instruye a la fe en orden a la inteligencia, sino que por la fe aguarda esa inteligencia de ti, Padre de los astros, de quien toda dádiva es buena y todo don, perfecto . La inteligencia, pero no la que procede de la razón o se adquiere por el raciocinio, sino aquella que tu sabiduría forma y que se extrae del trono de tu grandeza a través del mérito de la fe ; y en todo semejante a su fuente, desciende al alma de tu fiel, cautiva a la razón y la conforma en orden a sí misma, pero vivificando y esclareciendo a la misma fe.

14. El alma, pávida y estupefacta, se dispone a orar a su Dios y se lleva a sí misma siempre en sus propias manos como en trazas de ofrecérsete. Pávida ante lo sucedido; estupefacta frente a lo insólito; pero con la intención de encontrarte lleva consigo la señal de tu fe, aunque no dé todavía con el que puede esclarecerla. Buscando tu rostro, Señor, buscando tu rostro no sabe lo que busca; aunque tampoco lo ignora del todo.. Abomina como a ídolos cualquier simulacro referente a ti. Te ama como te describe su fe, aunque se escape al alcance de la mente. Y ardiendo en deseos de ver tu rostro para ofrecerle el sacrificio de su devoción y de su justicia, ofrendas y holocaustos acrece su turbación en la tardanza. Y como no tiene tan pronto la iluminación de tu fe, en la que se ha confiado, tanto se aturde algunas veces que llega a dudar si cree en ti; e incluso a odiarse, porque le parece que no te ama. Lejos, sin embargo, de pensar que no crea en ti a quien atormenta tu deseo. De que no te ame el que te desea hasta despreciar todo cuanto existe, incluido él mismo.

15. ¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo? . Si tú no enciendes mi lámpara, si no iluminas mis tinieblas, no me libraré de esta tentación. Ni sin ti, Dios mío, saltaré esta muralla .

jueves, 25 de octubre de 2012

CAMINO DE ORACION Y MEDITACION

Es necesario tener un momento en nuestra vida para la meditación.
Preguntarnos el sentido estricto de nuestro yo interior, con nuestra exigencias externas.
Estamos sometidos continuamente a cualquier estres, angustia.
Peleamos abiertamente por encontrar un sitio en este mundo que camina a veces con un paso atropellado en la vida.
No somos capaces de pararnos....
Solo un momento de nuestra vida bastaría para poder pensar sobre lo que hacemos, sobre lo que estamos viviendo.
El hombre siempre ha buscado respuestas. Preguntas a las que dirigir sus propios pensamientos.


Hoy, subrayo la necesidad de poder buscar el alimento.  Ese motor que nos conduzca a veces, a un significado concreto.
Encontramos la herramienta perfecta. Y es la oración. Pero orar sin pensar en la propia interpretación de lo que se expresa, es como decir una frase vacía sin fundamento.
Intentemos hermanos el encontrar el camino exacto hacia la meditación. Solo lo produce cuando entramos en íntima comunión con El. Cuando abrimos nuestra mente en el silencio de la oración y entonces LA VERDAD se  presenta como una dulce voz que penetra en nuestros sentidos.
El templario no puede presumir SOLO  de conocer la Sagrada Escritura.  Las virtudes que supone conducirse con: Fe, Esperanza, Caridad, Justicia, Prudencia, Fortaleza y Templanza;  tienen un nivel de exigencia que requiere una meditación interior, un equilibrio interno y externo que debe traducirse en los propios actos.
La meditación y la oración tiene que ser continua, constante, abierta.
La «lectio divina» es una manera de entrar en diálogo con el Dios
que nos habla a través de su Palabra, ya sobre ella  hemos hablado en otras ocasiones, pero si que es cierto que con  la lectio divina  llegamos a una buena meditación y conseguimos entrar en oración.Los pasos:

LECTURA
¿Qué dice el texto?
• Leer el texto de manera atenta y respetuosa.
• Detenerse (estar-reposar) sobre el texto.
• Descubrir el mensaje de fe.
MEDITACIÓN
¿Qué me dice el texto?
• Ponerse ante el espejo de la Palabra.
• Interiorizar.
• Ahondar en la propia vida.
ORACIÓN
¿Qué me hace decirle a Dios?
• Orar la Palabra: pido, alabo, agradezco, suplico…
CONTEMPLACIÓN
• Dios se me da a conocer con la experiencia
del corazón.
• Serenidad ante el misterio de Cristo.
COMPROMISO
¿Qué camino de vida me invita a tomar?
• Ver la realidad con la mirada de Dios.
• Configuración con Cristo y vida en el Espíritu.
• Anuncio, compromiso y caridad.

Hermanos, amigos...Sabemos que no tenemos tiempo, que nuestra vida se reduce a un camino de ir y venir que es incapaz de poder tomarnos un segundo ni siquiera respirar. Pero creo firmemente que siempre hay un hueco para levantar los ojos a El que nos mira, que nos escucha y poder abrir nuestro corazón pidiendole que nos ayude y nos de respuesta interior a nuestras emociones y sentimientos.

EL NOS ESPERA. ACUDAMOS.



Sor + Isabel María Pérez Moreno
Dama del Temple

viernes, 19 de octubre de 2012

DIA INTERNACIONAL DEL CANCER DE MAMA

Hoy, más que ningún otro día del año, el mundo se viste de color rosa, el color que simboliza la lucha contra el cáncer de mama. Cada 19 de octubre, mil y una iniciativas se ponen en marcha a lo largo y ancho del planeta para recordarnos que hoy se celebra el Día Mundial de esta enfermedad, cruel, siempre dolorosa en el momento del diagnóstico, pero para la que hay esperanza. Y esa llamada a la esperanza es la que cobra fuerza en días como hoy y la que te queremos transmitir más que nunca.

Es imposible cerrar los ojos ante este problema. La dura frialdad de los datos: el cáncer de mama es actualmente el tipo de tumor más frecuente de los que puede padecer la mujer. Así, en nuestro país representa aproximadamente un tercio de los cánceres femeninos (30%).Per tambien son altas los porcentajes de curacion,  detectados a tiempo, en España la tasa de mortalidad es la mas baja de Europa aunque los datos no podemos olvidarlos:
Se calcula que a lo largo de 2012 más de 6.000 españolas morirán a causa de la enfermedad y se diagnosticarán más de 25.000 nuevos casos.

Lo mas importante, un diagnostico a tiempo, la auto exploración, las mamografías preventivas que se realizan  a ciertas edades, son imprescindibles para poder actuar rapidamente. Es aconsejable que se sigan controles periódicos. Es muy importante insistir en recomendar la mamografía periódica y consultar en caso de cualquier alteración de la mama. 


EL CANCER DE MAMA EN LOS HOMBRES ( fuente:hola.com)

El cáncer de mama es una enfermedad asociada tradicionalmente al sexo femenino, “sin embargo”, asegura el Dr. Sierra de la Clínica Ruber, “aunque en proporciones inferiores, los hombres no están exentos de padecer de esta patología.” De hecho, el 10 % de los casos de mama detectados se dan en hombres.
La tasa de supervivencia en varones afectados por esta enfermedad es similar a la de las mujeres, siempre y cuando se diagnostique en el mismo estadio. “Y aquí es donde está el problema” asegura el Dr. Sierra de la Clínica Ruber, “la falta de información sobre la incidencia del cáncer de mama en hombres hace que los casos en varones no se diagnostiquen de forma precoz, disminuyendo así las probabilidades de un tratamiento positivo.”
Aunque esta enfermedad puede presentarse en varones de cualquier edad el mayor número de casos se da en varones de entre 50 y 80 años, siendo las principales causas un alto nivel de estrógenos, la exposición a la radiación y antecedentes familiares.


Hoy 19 de octubre Dia Internacional del Cancer de Mama debe considerarse como una manera de recordar que la lucha es continua que requiere de políticas activas de prevención, información y de recursos concretos que ayude a paliarla.

Por todos aquellos que luchan, que sufren por esta enfermedad: NO ESTAIS SOLOS:
parejas, familia, amigos que  combaten con vosotros dia a dia dando un ejemplo de generosidad, valentia, animo y esfuerzo. Vuestro ejemplo es el nuestro, vuestra lucha la nuestra.

Nuestra solidaridad y empatía porque mañana puedo ser yo o tú.
UN ABRAZO ENORME Y TODO EL ANIMO DEL MUNDO para que continueis dandolo todo ante esta terrible enfermedad.

miércoles, 17 de octubre de 2012

MAESTRO-......

Amado Maestro Jesus;
Tu distes la vida por nosotros,ahora nosotros luchamos por ti..

Velamos por la justicia en la defensa de los más débiles. Creemos en la divinidad del hombre, en la profundización del espíritu interno como meta para encontrar a Dios. Tenemos la fe y la esperanza de una vida espiritual que nos hace una sola entidad junto a Dios. Sentimos la caridad y el amor a nuestros semejantes como símbolo de nuestras vidas. Nos une la fortaleza en estas creencias. Somos Hermandad cristiana de profundos sentimientos hacia el espíritu del hombre que es, en definitiva, el espíritu de Dios. Oramos y meditamos en continuo acercamiento a lo divino. ++Amen++
 Sandra Gonzalez
Novicia

martes, 16 de octubre de 2012

15 DE OCTUBRE: FESTIVIDAD DE SANTA TERESA

Contemplativa, Fundadora de las Carmelitas Descalzas Doctora de la Iglesia
FIESTA EL 15 DE OCTUBRE



"Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a sí del todo
hasta que nos damos del todo". (Santa Teresa de Jesús)



Ayer, 15 de octubre, celebrabamos la Festividad de Santa Teresa:

Nace Teresa en Ávila el 28 de marzo de 1515. A los dieciocho años, entra en el Carmelo. A los cuarenta y cinco años, para responder a las gracias extraordinarias del Señor, emprende una nueva vida cuya divisa será: «O sufrir o morir». Es entonces cuando funda el convento de San José de Ávila, primero de los quince Carmelos que establecerá en España. Con san Juan de la Cruz, introdujo la gran reforma carmelitana. Sus escritos son un modelo seguro en los caminos de la plegaria y de la perfección. Murió en Alba de Tormes, al anochecer del 4 de octubre de 1582. Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970. 

Prudencia, amabilidad y caridad, a las que añadía un gran encanto personal, le ganaron la estima de todos los que la rodeaban.

 

EL Extasis de Santa Teresa de Bernini


En algunos de sus éxtasis, de los que nos dejó la santa una descripción detallada, se elevaba hasta un metro. Después de una de aquellas visiones escribió la bella poesía que dice: "Tan alta vida espero que muero porque no muero".A este propósito, comenta Teresa: Dios "no parece contentarse con arrebatar el alma a Sí, sino que levanta también este cuerpo mortal, manchado con el barro asqueroso de nuestros pecados". En esos éxtasis se manifestaban la grandeza y bondad de Dios, el exceso de su amor y la dulzura de su servicio en forma sensible, y el alma de Teresa lo comprendía con claridad, aunque era incapaz de expresarlo. El deseo del cielo que dejaban las visiones en su alma era inefable. "Desde entonces, dejé de tener miedo a la muerte, cosa que antes me atormentaba mucho". Las experiencias místicas de la santa llegaron a las alturas de los esponsales espirituales, el matrimonio místico y la transverberación.
Santa Teresa nos dejó el siguiente relato sobre el fenómeno de la transverberación: "Vi a mi lado a un ángel que se hallaba a mi izquierda, en forma humana. Confieso que no estoy acostumbrada a ver tales cosas, excepto en muy raras ocasiones. Aunque con frecuencia me acontece ver a los ángeles, se trata de visiones intelectuales, como las que he referido más arriba . . . El ángel era de corta estatura y muy hermoso; su rostro estaba encendido como si fuese uno de los ángeles más altos que son todo fuego. Debía ser uno de los que llamamos querubines . . . Llevaba en la mano una larga espada de oro, cuya punta parecía un ascua encendida. Me parecía que por momentos hundía la espada en mi corazón y me traspasaba las entrañas y, cuando sacaba la espada, me parecía que las entrañas se me escapaban con ella y me sentía arder en el más grande amor de Dios. El dolor era tan intenso, que me hacía gemir, pero al mismo tiempo, la dulcedumbre de aquella pena excesiva era tan extraordinaria, que no hubiese yo querido verme libre de ella.
 
El anhelo de Teresa de morir pronto para unirse con Dios, estaba templado por el deseo que la inflamaba de sufrir por su amor. A este propósito escribió: "La única razón que encuentro para vivir, es sufrir y eso es lo único que pido para mí". Según reveló la autopsia en el cadáver de la santa, había en su corazón la cicatriz de una herida larga y profunda.

En su vida tuvo que hacer frente a numerosos persecuciones por parte de quienes no veian con buenos ojos su obra y sus intentos de reformar el carmelo, le acusaban de presuncion y de hipocresía.
Fueron numerosos sus escritos:

Camino de perfeccion: para dirigir a sus religiosas.

Fundaciones: para edificarlas y alentarlas.

 "Castillo Interior", puede considerarse que lo escribió para instrucción de todos los cristianos, y en esa obra se muestra la santa como verdadera doctora de la vida espiritual.


  En julio de 1582, Santa Teresa tenía la intención de retornar a Avila, pero se vio obligada a modificar sus planes para ir a Alba de Tormes a visitar a la duquesa María Henríquez. La Beata Ana de San Bartolomé refiere que el viaje no estuvo bien proyectado y que Santa Teresa se hallaba ya tan débil, que se desmayó en el camino. Una noche sólo pudieron comer unos cuantos higos. Al llegar a Alba de Tormes, la santa tuvo que acostarse inmediatamente. Tres días más tarde, dijo a la Beata Ana: "Por fin, hija mía, ha llegado la hora de mi muerte". El P. Antonio de Heredia le dio los últimos sacramentos y le preguntó donde quería que la sepultasen. Teresa replicó sencillamente: "¿Tengo que decidirlo yo? ¿Me van a negar aquí un agujero para mi cuerpo?" Cuando el P. de Heredia le llevó el viático, la santa consiguió erguirse en el lecho, y exclamó: "¡Oh, Señor, por fin ha llegado la hora de vernos cara a cara!" Santa Teresa de Jesús, visiblemente transportada por lo que el Señor le mostraba, murió en brazos de la Beata Ana a las 9 de la noche del 4 de octubre de 1582.
Precisamente al día siguiente, entró en vigor la reforma gregoriana del calendario, que suprimió diez días, de suerte que la fiesta de la santa fue fijada, más tarde, el 15 de octubre. 

Santa Teresa fue sepultada en Alba de Tormes, donde reposan todavía sus reliquias.
Su canonización tuvo lugar en 1622.

El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI le reconoció el título de Doctora de la Iglesia.
En la actualidad, las carmelitas descalzas son aprox. 14.000 en 835 conventos en el mundo. Los carmelitas descalzos son 3.800 en 490 conventos.

La Cruz
En la
cruz esta la vida
Y el consuelo,
Y ella sola es el camino
Para el cielo.
                                                                  En la cruz esta el Señor
                                                                        De cielo y tierra
                                                                Y el gozar de mucha paz,
                                                                   Aunque haya guerra,
                                                                     Todos los males destierra
                                                                                   ......

lunes, 15 de octubre de 2012

CAMPAÑA DE ACOGIMIENTO FAMILIAR 2012

Con el comienzo del curso escolar coincide con el inicio de diversas campañas de sensibilización. Entre ellas nos ha llegado la campaña para el acogimiento familiar 2012. 
Hay incluso un programa de acogimiento familiar de urgencia para los niños que requieren atencion inmediata.

ANDALUCIA:





Muchos niños estan en situacion de riesgo y necesitan con urgencia que familias andaluzas se hagan  cargo de forma temporal de estos niños.
La Consejeria de Bienestar Social lanza como cada año esta campaña. Podeis dirigios para informaros en este enlace:

ACOGIMIENTO FAMILIAR EN ANDALUCIA

PARA CONSULTAR LAS DIVERSAS DELEGACIONES EN CADA PROVINCIA:

Instituciones Colaboradoras de Integración Familiar (ICIFS








 EN LAS RESTANTES COMUNIDADES AUTONOMAS:

VISITAR ESTE ENLACE:
EL ACOGIMIENTO FAMILIAR EN LAS CC.AA DE ESPAÑA ORGANISMOS OFICIALES 





Todos los hermanos, amigos y lectores de  este blog pueden obtener información al respecto visitando estos enlaces.


Hay niños que estan esperando que los ayuden.
Gracias a todos, Dios os bendiga.


CAMPAÑA DE DONACIONES DE SANGRE

Cada cierto tiempo la consejería de Bienestar Social de la Junta de Andalucía a traves del Servicio Andaluz de Salud  saca una campaña de donaciones de sangre.
Animamos a todos nuestros amigos, lectores y hermanos residentes en Andalucía que donen sus sangre en beneficio de los demás.
Podeis consultar los dias que podeis donar sangre en este enlace:

INFORMACION DE CENTROS DE TRASFUSION SANGUINEA

sábado, 13 de octubre de 2012

CRECEMOS




La SOET sigue creciendo y sigue expandiendose en otros puntos de Europa y de América, en concreto se acaba de crear el Protectorado para Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
Que el Señor ilumine los pasos a nuestros nuevos hermanos, en su camino de servir a Cristo y a su Iglesia.





De SOET blijft groeien en is nog steeds groeiende in andere delen van Europa en Amerika, in het bijzonder opgerichte het protectoraat voor België, Nederland en Luxemburg.

Dat de heer verlichten stappen onze nieuwe broers, op hun weg naar het dienen van Christus en zijn kerk.

viernes, 12 de octubre de 2012

DIA 12 DE OCTUBRE: FESTIVIDAD DE LA VIRGEN DEL PILAR

Nuestra Señora del Pilar, la Virgen del Pilar, es una advocación mariana católica. El 27 de mayo de 1642 el municipio de Zaragoza proclama patrona de la ciudad a la Virgen del Pilar, patronazgo que en las Cortes aragonesas de 1678 se extiende a todo el Reino de Aragón. Acumula diversos patronazgos sobre el Cuerpo de la Guardia Civil (1913), Cuerpo de Correos(1916), Cuerpo de Secretarios, Interventores y Depositarios de Administración Local (1928), Sociedad Mariológica (1940) y Consejo Superior de Misiones (1948) . También es patrona de la Hispanidad (no de España, aunque ese día se celebre la Fiesta Nacional). Es venerada en la Catedral-Basílica de Zaragoza (España) a la que da nombre.


la Virgen en si Camarín

La leyenda sobre sus orígenes se remonta al año 40, cuando, de acuerdo a la tradición cristiana, el 2 de enero la Virgen María se apareció a Santiago el Mayor en Caesaraugusta. María llegó a Zaragoza «en carne mortal» —antes de su Asunción— y como testimonio de su visita habría dejado una columna de jaspe conocida popularmente como «el Pilar». Se cuenta que Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad edificaron una primitiva capilla de adobe en la vera del Ebro.[ Este testimonio es recogido por un manuscrito de 1297 de los Moralia, sive Expositio in Job, de Gregorio Magno, que se custodia en el Archivo del Pilar. La devoción mariana comenzó en los albores del siglo XIII cuando comienzan las primeras peregrinaciones a Santa María la Mayor.


Capilla del Pilar

Sobre la iglesia mozárabe preexistente, se erige el templo románico del Pilar poco después de la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador (1118) que fue culminado en el siglo XIII.En esta época se documenta en el templo una capilla primitiva para alojar el Pilar, según transmite Diego de Espés en 1240. Para 1293 el templo se encontraba en tan mal estado que el obispo Hugo de Mataplana promovió la restauración del templo y su conversión en la colegiata gótico-mudéjar de Santa María la Mayor con recursos de una bula de Bonifacio VIII que por vez primera menciona la advocación «del Pilar» Actualmente el único vestigio conservado del templo románico del Pilar es el tímpano de la iglesia, que ha sido colocado en la fachada sur de la basílica barroca.


Vista desde El Ebro

 La talla de la Virgen en madera dorada mide treinta y ocho centímetros de altura y descansa sobre una columna de jaspe, resguardada esta por un forro de bronce y plata y cubierta por un manto hasta los pies de la imagen, a excepción de los días dos, doce y veinte de cada mes en que aparece la columna visible en toda su superficie. En la fachada posterior de la capilla se abre el humilladero, donde los fieles pueden venerar a la Santa Columna a través de un óculo abierto al jaspe.
Se trata de una escultura de estilo Gótico tardío franco-borgoñón de hacia 1435 atribuida a Juan de la Huerta, imaginero de Daroca. En cuanto a su iconografía, se observa a María coronada y con túnica y manto, que recoge con su mano derecha, contemplando a Jesús niño que agarra el manto de su madre con la mano derecha y un pájaro con la izquierda.

 La Virgen del Pilar según cuadro de Ramón Bayeu (1780).


Hoy tambien se celebra el Dia de la Hispanidad o Dia de las Fuerzas Armadas.
conmemora las efemérides históricas del Descubrimiento de América por parte de Cristóbal Colón y los Reyes Católicos tras la firma de las Capitulaciones de Santa Fe. La celebración tiene lugar cada 12 de octubre, donde se celebra un desfile militar al que asisten el Rey junto a la Familia Real y los representantes más importantes de todos los poderes del Estado, además de la mayoría de los presidentes de las autonomías españolas.
El Descubrimiento de América en 1492 fue trascendental y el 12 de octubre se ha considerado como un día memorable porque a partir de entonces se inició el contacto entre Europa y América, que culminó con el llamado "encuentro de dos mundos", que transforma las visiones del mundo y las vidas tanto de europeos como de americanos, ya que gracias a sus descubrimientos se gesta la Colonización europea de América.


Felicidades a todas las hermanas y amigas que celebran hoy su onomástica.


miércoles, 10 de octubre de 2012

EL AÑO DE LA FE DA COMIENZO EL DIA 11 DE OCTUBRE


El Año de la Fe, proclamado por el Papa Benedicto XVI, comenzará el 11 de octubre de 2012, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II y concluirá el 24 de noviembre de 2013, en la Solemnidad de Cristo Rey del Universo.
Al anunciar el Año de la Fe, el Papa dijo que este tiempo busca "dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia, para conducir a los hombres lejos del desierto en el cual muy a menudo se encuentran en sus vidas a la amistad con Cristo que nos da su vida plenamente". Benedicto XVI convocó al Año de la Fe con la Carta apostólica Porta fidei del 11 de octubre de 2011:




CARTA APOSTÓLICA
 EN FORMA DE MOTU PROPRIO PORTA FIDEI 

 

 CON LA QUE SE CONVOCA EL AÑO DE LA FE:


CARTA APOSTÓLICA


EN FORMA DE MOTU PROPRIO

PORTA FIDEI

DEL SUMO PONTÍFICE 
BENEDICTO XVI

CON LA QUE SE CONVOCA EL AÑO DE LA FE


1. «La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre, Hijo y Espíritu Santo– equivale a creer en un solo Dios que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en la espera del retorno glorioso del Señor.
2. Desde el comienzo de mi ministerio como Sucesor de Pedro, he recordado la exigencia de redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con Cristo. En la homilía de la santa Misa de inicio del Pontificado decía: «La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud»[1]. Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado[2]. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas.
3. No podemos dejar que la sal se vuelva sosa y la luz permanezca oculta (cf. Mt 5, 13-16). Como la samaritana, también el hombre actual puede sentir de nuevo la necesidad de acercarse al pozo para escuchar a Jesús, que invita a creer en él y a extraer el agua viva que mana de su fuente (cf. Jn 4, 14). Debemos descubrir de nuevo el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos los que son sus discípulos (cf. Jn 6, 51). En efecto, la enseñanza de Jesús resuena todavía hoy con la misma fuerza: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna» (Jn 6, 27). La pregunta planteada por los que lo escuchaban es también hoy la misma para nosotros: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?» (Jn 6, 28). Sabemos la respuesta de Jesús: «La obra de Dios es ésta: que creáis en el que él ha enviado» (Jn 6, 29). Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación.
4. A la luz de todo esto, he decidido convocar un Año de la fe. Comenzará el 11 de octubre de 2012, en el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, y terminará en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el 24 de noviembre de 2013. En la fecha del 11 de octubre de 2012, se celebrarán también los veinte años de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por mi Predecesor, el beato Papa Juan Pablo II,[3]con la intención de ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe. Este documento, auténtico fruto del Concilio Vaticano II, fue querido por el Sínodo Extraordinario de los Obispos de 1985 como instrumento al servicio de la catequesis[4], realizándose mediante la colaboración de todo el Episcopado de la Iglesia católica. Y precisamente he convocado la Asamblea General del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre de 2012, sobre el tema de La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana. Será una buena ocasión para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe. No es la primera vez que la Iglesia está llamada a celebrar un Año de la fe. Mi venerado Predecesor, el Siervo de Dios Pablo VI, proclamó uno parecido en 1967, para conmemorar el martirio de los apóstoles Pedro y Pablo en el décimo noveno centenario de su supremo testimonio. Lo concibió como un momento solemne para que en toda la Iglesia se diese «una auténtica y sincera profesión de la misma fe»; además, quiso que ésta fuera confirmada de manera «individual y colectiva, libre y consciente, interior y exterior, humilde y franca»[5]. Pensaba que de esa manera toda la Iglesia podría adquirir una «exacta conciencia de su fe, para reanimarla, para purificarla, para confirmarla y para confesarla»[6]. Las grandes transformaciones que tuvieron lugar en aquel Año, hicieron que la necesidad de dicha celebración fuera todavía más evidente. Ésta concluyó con la Profesión de fe del Pueblo de Dios[7], para testimoniar cómo los contenidos esenciales que desde siglos constituyen el patrimonio de todos los creyentes tienen necesidad de ser confirmados, comprendidos y profundizados de manera siempre nueva, con el fin de dar un testimonio coherente en condiciones históricas distintas a las del pasado.
5. En ciertos aspectos, mi Venerado Predecesor vio ese Año como una «consecuencia y exigencia postconciliar»[8], consciente de las graves dificultades del tiempo, sobre todo con respecto a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación. He pensado que iniciar el Año de la fe coincidiendo con el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II puede ser una ocasión propicia para comprender que los textos dejados en herencia por los Padres conciliares, según las palabras del beato Juan Pablo II, «no pierden su valor ni su esplendor. Es necesario leerlos de manera apropiada y que sean conocidos y asimilados como textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. […] Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza»[9]. Yo también deseo reafirmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia»[10].
6. La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectivamente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Precisamente el Concilio, en la Constitución dogmática Lumen gentium, afirmaba: «Mientras que Cristo, “santo, inocente, sin mancha” (Hb 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vino solamente a expiar los pecados del pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación “en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios”, anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. 1 Co 11, 26). Se siente fortalecida con la fuerza del Señor resucitado para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque bajo sombras, sin embargo, con fidelidad hasta que al final se manifieste a plena luz»[11].
En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado en plenitud el Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (cf. Hch 5, 31). Para el apóstol Pablo, este Amor lleva al hombre a una nueva vida: «Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6, 4). Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección. En la medida de su disponibilidad libre, los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se purifican y transforman lentamente, en un proceso que no termina de cumplirse totalmente en esta vida. La «fe que actúa por el amor» (Ga 5, 6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre (cf. Rm 12, 2; Col 3, 9-10; Ef 4, 20-29; 2 Co 5, 17).
7. «Caritas Christi urget nos» (2 Co 5, 14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los pueblos de la tierra (cf. Mt 28, 19). Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los creyentes saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de su amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos. Como afirma san Agustín, los creyentes «se fortalecen creyendo»[12]. El santo Obispo de Hipona tenía buenos motivos para expresarse de esta manera. Como sabemos, su vida fue una búsqueda continua de la belleza de la fe hasta que su corazón encontró descanso en Dios.[13]Sus numerosos escritos, en los que explica la importancia de creer y la verdad de la fe, permanecen aún hoy como un patrimonio de riqueza sin igual, consintiendo todavía a tantas personas que buscan a Dios encontrar el sendero justo para acceder a la «puerta de la fe».
Así, la fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios.
8. En esta feliz conmemoración, deseo invitar a los hermanos Obispos de todo el Orbe a que se unan al Sucesor de Pedro en el tiempo de gracia espiritual que el Señor nos ofrece para rememorar el don precioso de la fe. Queremos celebrar este Año de manera digna y fecunda. Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo.
9. Deseamos que este Año suscite en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza. Será también una ocasión propicia para intensificar la celebración de la fe en la liturgia, y de modo particular en la Eucaristía, que es «la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde mana toda su fuerza»[14]. Al mismo tiempo, esperamos que el testimonio de vida de los creyentes sea cada vez más creíble. Redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada[15], y reflexionar sobre el mismo acto con el que se cree, es un compromiso que todo creyente debe de hacer propio, sobre todo en este Año.
No por casualidad, los cristianos en los primeros siglos estaban obligados a aprender de memoria el Credo. Esto les servía como oración cotidiana para no olvidar el compromiso asumido con el bautismo. San Agustín lo recuerda con unas palabras de profundo significado, cuando en un sermón sobre la redditio symboli, la entrega del Credo, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibisteis todos a la vez y que hoy habéis recitado uno a uno, no es otra cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que es Cristo el Señor. […] Recibisteis y recitasteis algo que debéis retener siempre en vuestra mente y corazón y repetir en vuestro lecho; algo sobre lo que tenéis que pensar cuando estáis en la calle y que no debéis olvidar ni cuando coméis, de forma que, incluso cuando dormís corporalmente, vigiléis con el corazón»[16].
10. En este sentido, quisiera esbozar un camino que sea útil para comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios. En efecto, existe una unidad profunda entre el acto con el que se cree y los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento. El apóstol Pablo nos ayuda a entrar dentro de esta realidad cuando escribe: «con el corazón se cree y con los labios se profesa» (cf. Rm 10, 10). El corazón indica que el primer acto con el que se llega a la fe es don de Dios y acción de la gracia que actúa y transforma a la persona hasta en lo más íntimo.
A este propósito, el ejemplo de Lidia es muy elocuente. Cuenta san Lucas que Pablo, mientras se encontraba en Filipos, fue un sábado a anunciar el Evangelio a algunas mujeres; entre estas estaba Lidia y el «Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo» (Hch 16, 14). El sentido que encierra la expresión es importante. San Lucas enseña que el conocimiento de los contenidos que se han de creer no es suficiente si después el corazón, auténtico sagrario de la persona, no está abierto por la gracia que permite tener ojos para mirar en profundidad y comprender que lo que se ha anunciado es la Palabra de Dios.
Profesar con la boca indica, a su vez, que la fe implica un testimonio y un compromiso público. El cristiano no puede pensar nunca que creer es un hecho privado. La fe es decidirse a estar con el Señor para vivir con él. Y este «estar con él» nos lleva a comprender las razones por las que se cree. La fe, precisamente porque es un acto de la libertad, exige también la responsabilidad social de lo que se cree. La Iglesia en el día de Pentecostés muestra con toda evidencia esta dimensión pública del creer y del anunciar a todos sin temor la propia fe. Es el don del Espíritu Santo el que capacita para la misión y fortalece nuestro testimonio, haciéndolo franco y valeroso.
La misma profesión de fe es un acto personal y al mismo tiempo comunitario. En efecto, el primer sujeto de la fe es la Iglesia. En la fe de la comunidad cristiana cada uno recibe el bautismo, signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: «“Creo”: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente, principalmente en su bautismo. “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada por los obispos reunidos en Concilio o, más generalmente, por la asamblea litúrgica de los creyentes. “Creo”, es también la Iglesia, nuestra Madre, que responde a Dios por su fe y que nos enseña a decir: “creo”, “creemos”»[17].
Como se puede ver, el conocimiento de los contenidos de la fe es esencial para dar el propio asentimiento, es decir, para adherirse plenamente con la inteligencia y la voluntad a lo que propone la Iglesia. El conocimiento de la fe introduce en la totalidad del misterio salvífico revelado por Dios. El asentimiento que se presta implica por tanto que, cuando se cree, se acepta libremente todo el misterio de la fe, ya que quien garantiza su verdad es Dios mismo que se revela y da a conocer su misterio de amor[18].
Por otra parte, no podemos olvidar que muchas personas en nuestro contexto cultural, aún no reconociendo en ellos el don de la fe, buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de su existencia y del mundo. Esta búsqueda es un auténtico «preámbulo» de la fe, porque lleva a las personas por el camino que conduce al misterio de Dios. La misma razón del hombre, en efecto, lleva inscrita la exigencia de «lo que vale y permanece siempre»[19]. Esta exigencia constituye una invitación permanente, inscrita indeleblemente en el corazón humano, a ponerse en camino para encontrar a Aquel que no buscaríamos si no hubiera ya venido[20]. La fe nos invita y nos abre totalmente a este encuentro.
11. Para acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe, todos pueden encontrar en el Catecismo de la Iglesia Católica un subsidio precioso e indispensable. Es uno de los frutos más importantes del Concilio Vaticano II. En la Constitución apostólica Fidei depositum, firmada precisamente al cumplirse el trigésimo aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II, el beato Juan Pablo II escribía: «Este Catecismo es una contribución importantísima a la obra de renovación de la vida eclesial... Lo declaro como regla segura para la enseñanza de la fe y como instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial»[21].
Precisamente en este horizonte, el Año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados sistemática y orgánicamente en el Catecismo de la Iglesia Católica. En efecto, en él se pone de manifiesto la riqueza de la enseñanza que la Iglesia ha recibido, custodiado y ofrecido en sus dos mil años de historia. Desde la Sagrada Escritura a los Padres de la Iglesia, de los Maestros de teología a los Santos de todos los siglos, el Catecismo ofrece una memoria permanente de los diferentes modos en que la Iglesia ha meditado sobre la fe y ha progresado en la doctrina, para dar certeza a los creyentes en su vida de fe.
En su misma estructura, el Catecismo de la Iglesia Católica presenta el desarrollo de la fe hasta abordar los grandes temas de la vida cotidiana. A través de sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. Del mismo modo, la enseñanza del Catecismo sobre la vida moral adquiere su pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración.
12. Así, pues, el Catecismo de la Iglesia Católica podrá ser en este Año un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural. Para ello, he invitado a la Congregación para la Doctrina de la Fe a que, de acuerdo con los Dicasterios competentes de la Santa Sede, redacte una Nota con la que se ofrezca a la Iglesia y a los creyentes algunas indicaciones para vivir este Año de la fe de la manera más eficaz y apropiada, ayudándoles a creer y evangelizar.
En efecto, la fe está sometida más que en el pasado a una serie de interrogantes que provienen de un cambio de mentalidad que, sobre todo hoy, reduce el ámbito de las certezas racionales al de los logros científicos y tecnológicos. Pero la Iglesia nunca ha tenido miedo de mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad[22].
13. A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos.
Durante este tiempo, tendremos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Hb 12, 2): en él encuentra su cumplimiento todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación.
Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuerdos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4).
Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presente y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20). Vivieron en comunión de vida con Jesús, que los instruía con sus enseñanzas, dejándoles una nueva regla de vida por la que serían reconocidos como sus discípulos después de su muerte (cf. Jn 13, 34-35). Por la fe, fueron por el mundo entero, siguiendo el mandato de llevar el Evangelio a toda criatura (cf. Mc 16, 15) y, sin temor alguno, anunciaron a todos la alegría de la resurrección, de la que fueron testigos fieles.
Por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes para atender las necesidades de los hermanos (cf. Hch 2, 42-47).
Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad del Evangelio, que los había trasformado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.
Por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo, dejando todo para vivir en la sencillez evangélica la obediencia, la pobreza y la castidad, signos concretos de la espera del Señor que no tarda en llegar. Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).
Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida (cf. Ap 7, 9; 13, 8), han confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se les llamaba a dar testimonio de su ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se les confiaban.
También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Jesús, presente en nuestras vidas y en la historia.
14. El Año de la fe será también una buena oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. San Pablo nos recuerda: «Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de ellas es la caridad» (1 Co 13, 13). Con palabras aún más fuertes —que siempre atañen a los cristianos—, el apóstol Santiago dice: «¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de vosotros les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin las obras, y yo con mis obras te mostraré la fe”» (St 2, 14-18).
La fe sin la caridad no da fruto, y la caridad sin fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda. La fe y el amor se necesitan mutuamente, de modo que una permite a la otra seguir su camino. En efecto, muchos cristianos dedican sus vidas con amor a quien está solo, marginado o excluido, como el primero a quien hay que atender y el más importante que socorrer, porque precisamente en él se refleja el rostro mismo de Cristo. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden nuestro amor el rostro del Señor resucitado. «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40): estas palabras suyas son una advertencia que no se ha de olvidar, y una invitación perenne a devolver ese amor con el que él cuida de nosotros. Es la fe la que nos permite reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que impulsa a socorrerlo cada vez que se hace nuestro prójimo en el camino de la vida. Sostenidos por la fe, miramos con esperanza a nuestro compromiso en el mundo, aguardando «unos cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia» (2 P 3, 13; cf. Ap 21, 1).
15. Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin.
«Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada» (2 Ts 3, 1): que este Año de la fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: «Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas» (1 P 1, 6-9). La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experimentado la soledad. Cuántos creyentes son probados también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Co 12, 10). Nosotros creemos con firme certeza que el Señor Jesús ha vencido el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, comunidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.
Confiemos a la Madre de Dios, proclamada «bienaventurada porque ha creído» (Lc 1, 45), este tiempo de gracia.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 11 de octubre del año 2011, séptimo de mi Pontificado.

BENEDICTO XVI

Fuente: AÑO DE LA FE- CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PROMOCION DE LA NUEVA EVANGELIZACION (PINCHAR PARA ACCEDER A LA WEB)