A quince
kilómetros de la autovía que une Madrid con Sevilla (desvío a la altura
de Andújar, Jaén), se levanta, sobre un cerro, como una isla blanca que
brota del verdor de los olivares, el pueblo de Arjona. En la parte más
alta del pueblo existió un santuario prehistórico que el cristianismo se
apropió bajo la advocación de san Nicolás, el tradicional guardián de
los tesoros en el esoterismo cristiano. En este santuario se refugió
Rufinus, uno de los dos obispos visigodos que custodiaban el secreto de
la Mesa de Salomón, tras la invasión musulmana del año 711.
Muchos lectores de la novela de Nicholas Wilcox La Lápida Templaria,
peregrinan a Arjona para contemplar lo que podría ser la única copia
conocida del mandala geométrico que representa la Mesa de Salomón.
Para una cabal comprensión del asunto habrá que remontarse al año 70,
cuando los romanos saquearon Jerusalén y encontraron una serie de
objetos sagrados en el sancta sanctorum del templo, entre ellos
la Mesa de Salomón, que depositaron en el santuario de Júpiter en Roma.
Esta mesa, cuya fabricación se atribuía a Salomón, el rey sabio por
concesión divina, era una especie de disco metálico con una serie de
trazos geométricos cincelados que contenían las claves cabalísticas del
nombre secreto de Dios o Nombre del Poder, el Shem Shemaforash,
una fórmula que otorga a su conocedor un poder infinito sobre la
Creación. A ella se refiere el esoterismo cristiano de san Juan cuando
establece que al principio fue la Palabra.
En el fondo del asunto yace la cábala geométrica o el secreto de la
ordenación espacial de la materia, una ciencia egipcia heredada por
Moisés. Es posible que el Arca de la Alianza, las Tablas de la Ley y
otros objetos sagrados contuvieran los conocimientos secretos egipcios.
La
Mesa de Salomón es geometría, pura proporción y relación espacial de la
que se deduce una formulación sonora, una palabra mágica, la música de
las esferas platónica, el Nombre Secreto de Dios, la palabra
impronunciable tan sólo conocida por el sumo sacerdote, el Baal Shem
o Maestro del Nombre. Una vez al año, el sumo sacerdote de Israel,
protegido por el pectoral de las doce piedras, penetraba en el sancta sanctorum del Templo para pronunciar
ese nombre en voz baja sobre el Arca del Alianza. De este modo
actualizaba la alianza entre Dios y la Humanidad y renovaba la creación
para que el mundo continuara existiendo.
Al construir la mesa, Salomón se aseguró la transmisión del Nombre Secreto. Por lo demás cada Baal Shem
instruía al discípulo que había de sucederle en el misterio para que la
tradición no se perdiera en caso de muerte súbita. Por lo tanto, los
poseedores del secreto eran siempre dos, aunque solamente uno
compareciera en presencia del Santísimo para la renovación de la
Alianza.
¿Cómo pudo llegar la Mesa de Salomón a un pueblecito andaluz? En 410
el rey visigodo Alarico saqueó Roma y se llevó los tesoros del templo de
Júpiter a su capital, Tolosa, en el sur de Francia. En 507 los francos
arrebataron a los godos las tierras de más allá del Pirineo y forzaron a
los sucesores de Alarico a establecerse en España, donde fundaron un
reino con capital en Toledo. En 711 ese reino fue asaltado por los
musulmanes. Algunos historiadores árabes refieren que los conquistadores
encontraron la Mesa de Salomón en Toledo y la enviaron al califa de
oriente, su jefe político y religioso. Pero la Mesa se perdió en el
camino y no se volvió a saber de ella. El hipotético camino de oriente
pasaba por las tierras del Jaén, el mítico Santo Reino.
En
1871, una organización secreta de carácter cristiano, el Sionis
Prioratus, funda en Ginebra la Société de l´Orient Latin y comisiona a
un tal Antoine Bigou para que busque en España la Mesa de Salomón. Poco
después aparecen las primeras noticias de la existencia de una logia
llamada de Los Doce Apóstoles, dependiente del Priorato. En 1913, uno de
sus miembros, Luis Plantar, aparece afiliado también a la cofradía
neotemplaria Ordem Soberana do Templo De Jerusalem, con sede en París.
Esta doble vinculación sugiere que los antiguos templarios podrían haber sido custodios del Shem Shemaforash.
El
objetivo de Los Doce Apóstoles era buscar o conservar el legado de la
Mesa de Salomón. Los papeles de la asociación están hoy en paradero
desconocido, pero, al parecer, en 1936, un investigador, Joaquín
Morales, los pudo consultar y tomó abundantes notas de las que procede
lo que sabemos de la misteriosa organización.
Los
Doce Apóstoles estaban interesados en Arjona. En 1906 costearon dos
contrafuertes innecesarios en la fachada del santuario de los Santos del
pueblo, réplica de las columnas salomónicas del templo de Jerusalén,
las míticas Jakim y Boaz.
Ocho años después, uno de los miembros de la logia Fernando Recio
Paredes, barón de Velillos, se hace construir un extraño panteón
subterráneo en estilo bizantino. En el frontal del altar colocó una
reproducción de la Mesa de Salomón. Ese original, o su copia, es la que
hoy puede admirarse empotrada en un muro del ayuntamiento de Arjona. El
panteón fue destruido en 1936, pero recientemente se ha restaurado y
puede visitarse.
El
arquitecto encargado del misterioso proyecto fue otro de los miembros
de la logia, Antonio Florián, que había estudiado arquitectura
bizantina en Venecia y después había trabajado con el arquitecto Otto
Wagner en Viena, donde entró en contacto con los círculos ocultistas de
la ciudad, entonces muy activos (de ellos salieron Walter Stein y Otto
Rahn, colaboradores de los nazis en la búsqueda del Grial).
Se había disuelto la logia de los Doce Apóstoles cuando en 1926 se
encontró algo excepcional: en una finca cercana a Torredonjimeno (junto
con Martos, la antigua Ossaria) un campesino halló un tesoro visigodo
formado por coronas, cruces y otras piezas; en algunas de ellas aparecen
inscritas los nombres de Trutila y Rovine, los nombres germanizados de
Totila y Rufinus, los dos obispos guardianes de la Mesa de Salomón.
En
la Edad Media Arjona fue un enclave de los caballeros calatravos que,
como es sabido, heredaron de los Templarios una serie de metas más o
menos secretas. En los enclaves calatravos de este territorio, que
dependió de la plaza fuerte de Martos, los santos locales son siempre
dos (en Arjona, san Bonoso y san Maximiano, dos centuriones romanos),
como la pareja templaria que cabalga el mismo caballo. Lo mismo cabe
decir del gusto calatravo por la construcción de edificios octogonales,
que en Arjona se manifiesta en el campanario de la iglesia de san Juan
(otro santo esotérico y templario), en cuyo subsuelo está la cripta a la
que hemos aludido.
…
RECUADRO:
LO QUE DEBE VER EL VIAJERO:
-Esfera de piedra u obosom,
primitiva imagen de la diosa madre en el santuario neolítico. Está en
un mirador de la explanada de Santa María, frente a la ermita de los
santos.
-Bafomet
templario. Está en la clave del arco de la entrada principal de la
Iglesia de Santa María. Este Bafomet es uno de los mejor conservados de
España y se emparenta estilísticamente con los de la iglesia de la
Veracruz, en Segovia, y con la de Fregenal de la Sierra, Badajoz.
-Ermita
de los Santos. Contiene una interesante colección de reliquias
procedentes de la excavación ordenada por el obispo Moscoso Sandoval en
1643 para encontrar los cuerpos de los santos géminis, Bonoso y
Maximiano.
-Panteón subterraéno neobizantino del Varón de Velillos en el subsuelo de la iglesia de san Juan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario